América Latina es la segunda región con más casos nuevos de coronavirus por día. Ese dato, entre tantos otros, encienden la alerta en todos los países de la zona, cada uno con su propia estrategia. Y ante ese panorama, varias son las organizaciones regionales que alzan la voz: entre ellas se destaca el Grupo de Puebla, quien criticó fuertemente la gestión de varios gobiernos latinoamericanos.

Nacido como contrapeso de otro Grupo, el de Lima, este espacio se autodefine como "progresista". A diferencia de otros organismos, su fundación es fácilmente rastreable. Es que el think tank no tiene más de seis meses de vida y solo mantuvo dos encuentros presenciales, el último con sede en Buenos Aires. ¿El coordinador del mismo? El propio Alberto Fernández.

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Sin embargo, la firma del Presidente es una rareza para esta organización continental. No por su pensamiento, sino al ser el único mandatario que firma al pie de las solicitadas. Lo rodean intelectuales y ex presidentes, como Lula Da Silva, Evo Morales y Rafael Correa. Ni ellos, ni los otros 40 integrantes poseen peso (ni caja) estatal.

"No tiene carta constitutiva ni órganos de gestión. Es un grupo básicamente creado ad-hoc, con la dificultades de casi todas las organizaciones latinoamericanas y casi ninguna de sus virtudes", explica Patricio Talavera, analista internacional y docente de la Universidad de Buenos Aires. "Depende demasiado de la iniciativa de sus componentes que, en la gran mayoría de los casos, no ocupan una jefatura de Estado", completó.

Dardos a Brasil, Ecuador y EE.UU.

Como todo espacio político, el Grupo de Puebla sabe hacia donde poner la lupa. En sus comunicados y declaraciones durante la pandemia, la organización progresista destacó el manejo de crisis de, justamente, Argentina. "Reconocemos el liderazgo del presidente Fernández frente a la pandemia. El llamado del presidente argentino a la globalización de la solidaridad, a poner fin a los bloqueos, a reconocer la insostenibilidad de las deudas de los países, y la propuesta de crear un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria, son una muestra de responsabilidad y esperanza para nuestra región y el mundo", expresaron.

Pero más que elogios, las solicitadas tuvieron otro objetivo: denunciar a las administraciones de distintos países latinoamericanos. Por caso, apuntaron a que las medidas de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, "equivalen a un crimen de lesa-humanidad". El gigante sudamericano llegó a los 100.000 contagiados y su jefe de Estado insiste en romper la cuarentena.

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Asimismo, también cargó contra Donald Trump. A la administración de Estados Unidos se le apunta tanto por el bloqueo a Cuba en plena pandemia, como por la insistencia de intromisión en Venezuela y el retiro de financiamiento en la OMS.

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También se cuestionó la falta de transparencia del gobierno de Lenín Moreno en Ecuador en sus reportes de cifras de contagios, al indicar seguró que "esta crisis no puede resolverse desviando la atención de la opinión pública con la condena de 8 de prisión al expresidente Rafael Correa. "El Grupo de Puebla llama a las organizaciones internacionales y relatorías que velan por el respeto a los derechos humanos y democráticos y por la independencia de jueces y abogados a ejecutar acciones en contra de las irregularidades denunciadas de este procedimiento judicial", convocó el Grupo de Puebla. Entre los firmantes aparece el ex mandatario ecuatoriano, ahora exiliado en Bruselas.

El Grupo de Puebla, un ¿giro a la izquierda?

Con estas declaraciones, se puede pensar al Grupo de Puebla como una  materialización de un cambio de signo en América Latina? "No lo creo", responde tajantemente Talavera.

"En todo caso  es una especie de 'giro empastado'. porque nunca se consolidó un giro a la derecha, ni siquiera en el Grupo de Lima. Hay una situación de empantanamiento de los gobiernos de derecha y de izquierda en relación a las dificultades económicas muy relacionada a la coyuntura exterior", reflexionó.

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Marco Enríquez-Ominami

Pero si hablamos del Grupo de Puebla es imposible no incluir a su coordinador, el ex candidato chileno Marco Enríquez-Ominami.  "Es un grupo de hombres y mujeres libres que se representan a sí mismos, progresistas, que decidieron juntarse para dos cosas: reflexionar y articular al progresismo continental", definió, en una de sus últimas entrevistas, el propio ME-O (por sus siglas) al organismo continental.

El (consultor) político -hijo de Miguel Enríquez, asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet- mantiene, desde hace varios años, una amistad con Fernández, en tiempos en el que por entonces jefe de Gabinete de Néstor Kirchner conservaba una relación de amistad con Carlos Ominami, padrastro de Marco, de quién también adquirió el apellido.

"El Grupo de Puebla es un espacio humano muy humilde que trabaja pensando creativamente. Y a eso Alberto le ha dado una sustancia, una fuerza sensacional", comentó Marco Enríquez-Onimani.

De esa triple relación no sólo surgió el Grupo de Puebla -nombrado así por otro integrante, Miguel Barbosa Huerta, gobernador de esa región mexicana- sino que el propio ME-O fue observado, varias veces, en el búnker de México, en tiempos que Alberto Fernández transitiva la campaña. No son pocos, incluso, los que sitúan al chileno como un "asesor internacional" de Presidencia y remarcan una disputa con el propio canciller Felipe Solá. Desde Cancillería, por caso, descartaron ese rumor.

La disputa con Piñera

Fernández suele devolver también la gentileza. Lo hizo diez días atrás, cuando por gestión del propio Enríquez-Ominami, el Presidente mantuvo un diálogo con un grupo de legisladores opositores al presidente de Chile, Sebastián Piñera. La bola creció luego de ese encuentro, con reproche diplomático y una charla entre mandatarios para "limar asperezas".

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Entre los analistas del país trasandino, ubican al coordinador del Grupo de Puebla como un ferviente opositor a Piñera. El ex candidato lo demuestra tanto en los comunicados del organismo como a título personal. Al mismo tiempo, aún mantiene las críticas por parte del bloque opositor: lo acusan de haberse "encerrado" en su propio partido (el PRO) y no unirse en un coalición, algo así como un Frente de Todos.

Este medio utilizó los canales oficiales del Grupo Puebla para comunicarse con Enríquez-Ominami, aunque no obtuvo respuesta.

¿Beneficio o desventaja para Alberto?

Este recorrido plantea un interrogante: ¿le beneficia a Alberto Fernández ser el único oficialista en un grupo de "opositores"?

Además de la comunicación con Piñera, el jefe de Estado también debió reestablecer lazos con Luis Lacalle Pou. Es que al flamante presidente de Uruguay le perduraba la sangre en el ojo tras el apoyo de Fernández a su competidor, Daniel Martínez, en las elecciones de octubre.

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Todo esto sumado a las marchas (y contramarchas) de Argentina en el MERCOSUR. Es que luego que Solá había apuntado el retiro de las negociaciones del bloque con otros países. Sin embargo, ahora, la decisión está "en revisión", según cuentan desde la propia Quinta de Olivos.

Por caso, Talavera sitúa también el beneficio del Presidente de participar en el grupo de progresistas. "La ventaja para Alberto es que es el único justamente que tiene una jefatura de Estado. Por ende, tiene un peso mayor en esta estructura", comentó el analista internacional y añadió que "el resto son figuras mediáticas, intelectuales, formados en la clase media alta de cada país. Pero sin la capacidad de administración o de llegada a recursos que le permitan amplificar el mensaje".