Miguel Ángel Pichetto: "Cristina se reserva para ella una cuota de poder y centralidad impresionante"
El senador nacional y presidente del interbloque de Argentina Federal en el Senado, Miguel Ángel Pichetto, trabaja en el armado a contrarreloj de una tercera vía electoral por fuera del binomio Mauricio Macri- Cristina Kirchner. Al primero le endilga un mal manejo de la economía, muchos funcionarios poco preparados, un diálogo escueto con otros sectores a lo largo del mandato y un viaje apresurado al Fondo Monetario Internacional. A diferencia de la mayoría, que pone el foco en la corrupción para criticar al kirchnerismo, Pichetto lo pone en el modelo político y económico: poco diálogo, aislamiento económico y decisiones emocionales por sobre las racionales.
Atento a los movimientos del mundo, el senador justicialista encarna hoy un discurso propio: aboga por una Argentina integrada al mundo y alineada a Estados Unidos, que abandone el modelo asistencialista que hoy destina tres cuartos del PBI a gastos sociales y empuje la producción nacional. Le molesta, además, el lugar que ocupa en la actualidad la dirigencia política, que es vista con amplio rechazo en la sociedad. Pichetto recibió a ElCanciller.com en su oficina para dar definiciones sobre la jugada táctica de Cristina Kirchner, el corrimiento al centro que significa la candidatura de Alberto Fernández, la posibilidad de convertirse en vicepresidente de Macri y los desafíos de Alternativa Federal para escaparle a la polarización del escenario nacional.
—La fórmula de Alberto Fernández irrumpió en el escenario, ¿eso apura definiciones que Alternativa Federal todavía tiene que tomar?
—Los plazos son los que apuran las decisiones. La candidatura de Alberto Fernández sigue teniendo la centralidad de la expresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, que es la que tiene los votos y la adhesión. Ese tipo de experiencias, en términos políticos e institucionales, terminan de manera compleja cuando les toca gobernar o tienen un desarrollo problemático, porque el poder verdadero está en las sombras y el poder formal del ejercicio del Gobierno, en la superficie.
—¿Pero no hay un movimiento al centro del kirchnerismo, tanto en la mirada nacional como internacional?
—Claro que lo hay. La expresidenta se dio cuenta que posiciones radicalizadas por izquierda no triunfan en la Argentina e, incluso, tomó y analizó detenidamente las dos experiencias electorales de Neuquén y de Río Negro, donde el kirchnerismo duro expresado por (Ramón) Rioseco, un ex piquetero con construcción ideológica de izquierda, PC, Kolina y los demás partiditos que integran Unidad Ciudadana sacó 26 puntos y en Río Negro no llegaron a 34 en una alianza con la ex Coalición Cívica de (Magdalena) Odarda. Todo eso con una propuesta híper-ambientalista en contra del fracking, de la energía nuclear y otros factores del desarrollo de la provincia de Río Negro. Además, ella sabe que la configuración latinoamericana cambió y que su Gobierno estaría en un esquema de aislamiento frente a Duque en Colombia, a Bolsonaro en Brasil, a Piñera en Chile y a Lenin Moreno en Ecuador. Salvo el vínculo con Bolivia, en latinoamérica un Gobierno de la expresidenta hoy no tendría consistencia. Además quedaría aislado de los organismos internacionales, del Fondo Monetario Internacional, de los sectores de poder y de Estados Unidos. Cristina percibió esto y también percibió que el gobierno que viene va a tener que hacer esfuerzos muy importantes en términos de orden fiscal, de acuerdos con el Fondo y de políticas que tienen que ver con la previsibilidad financiera. La Argentina no se puede dar el lujo de volver a caer en default o de tomar posturas extremas y emocionales que la lleven a un aislamiento al estilo de Venezuela.
—¿Ese giro busca conseguir nuevas adhesiones en el mismo electorado que intenta conquistar Alternativa Federal?
—Es una jugada táctica donde pone un candidato a presidente del centro moderado y se reserva para ella una cuota de poder y una centralidad política impresionante, en términos también de dirimir cuáles son los candidatos a diputados y senadores, que van a ser definidos por la expresidenta. Esta fue la principal característica de la expresidenta en el ejercicio del poder y fue ratificada luego en la elección del vicepresidente de Scioli, Carlos Zannini, un hombre que venía del maoísmo, que no tenía historia en el peronismo y había sido puesto para controlar al candidato a presidente.
—Con Alberto Fernández apareció un nuevo equipo económico o al menos adquirieron protagonismo actores que antes eran de reparto, que presentan un conjunto de ideas que se confunden con las de Alternativa Federal. ¿Notan eso?
—Kicillof fue a Nueva York a repetir el discurso que yo había sostenido 15 días antes, porque el mundo está integrado y cualquier otro discurso sería suicida. Entonces, ¿qué fue a decir? Que van a pagar, que van a cumplir, digamos, "la imagen buena", pero mientras estuvo en el gobierno hizo cepo y políticas intervencionistas, que hoy no tiene margen para hacer. De todos modos, hay algunas figuras interesantes entre los que se dice que están trabajando con Alberto Fernández. Siempre tuve un gran respeto por Guillermo Nielsen.
—¿Le hubiese gustado que Alternativa Federal llegue a las PASO con una única candidatura?
—Sí, pero la política es el arte de lo posible. Hubo diálogo y búsqueda de consensos, pero hay voluntades encontradas y deseos de protagonismo por parte de figuras que tienen trayectoria: uno es el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y el otro fue candidato a presidente, Sergio Massa. Lógicamente, ellos querían competir y la candidatura habrá que dirimirla en el espacio de la primaria. No había forma de unificar una candidatura detrás de Roberto Lavagna como él quería.
—¿Qué balance hace, entonces, de lo que ocurrió la semana pasada en el espacio que integra?
—La semana pasada no fue buena para Alternativa Federal. En lugar de aparecer dispersos, con cierto enojo de parte del exministro de Economía, hubiese sido un buen ejemplo resolver las legitimidades en el terreno democrático. Si hubiéramos aparecido todos -Lavagna, Massa, Urtubey, Schiaretti, Lifschitz y quien habla-, en un escenario mediático, configurando una definición de cara a la primaria, un método democrático para la elección de las candidaturas de presidente y vice, y un programa político y económico, republicano y democrático, de centro, con foco en la recuperación de empleo y la reactivación de la economía, habría sido un logro extraordinario frente al "dedo" de la expresidenta.
—Se habló de vos como candidato a vicepresidente de Macri...
—Quiero diferenciar algo sobre eso. Una cosa es el diálogo institucional, en función de los intereses nacionales, que uno pueda tener con el presidente y otra es la cuestión electoral en donde, lógicamente, hay diferencias. Acá no hay cultura democrática y cualquier gesto que signifique un diálogo puede ser visto como un pase a las filas del Gobierno. Cuando el presidente convoca sobre temas que son de interés, uno tiene el deber de ir. Yo me reuní para transmitirle lo que vi en Estados Unidos y las preocupaciones que tengo sobre la Argentina. Esto no significa que yo me pase a las filas del macrismo ni que el macrismo quiera que yo sea candidato. Para coincidir en un programa hay que tener puntos de acuerdo y un proyecto de país. Creemos que hay lugar para una tercera alternativa.
—¿Y si el escenario se radicaliza?
—En ese caso se podría reconfigurar la política Argentina. Si en lugar de que exista una fuerza de centro, si hubiera únicamente dos polos, la discusión sería más profunda. Sería discutir cuál es el espacio democrático que me convoca y cuál el autoritario al que no quiero volver.
—Qué similitudes y diferencias hay en el "pacto social" que propone la expresidenta y el gran acuerdo nacional que propone Alternativa Federal?
—La expresidenta habla de un supuesto nuevo contrato social releyendo a Gelbard y a Perón del 70'. Un nuevo contrato al estilo Hobbes, del siglo XVII, que no se sabe cuál es el compromiso que se tiene con el sistema democrático, qué bases tiene ni cuál es la voluntad de acordar. ¿Cuál es el modelo de representación? ¿Van a estar los tres poderes o hay una visión de que hay que derrumbar a alguno de ellos? Puede haber esos pensamientos en ese concepto de contrato social o bien puede ser explicitado en términos de un proyecto de desarrollo. En Alternativa Federal se habla de un acuerdo sobre cuatro o cinco grandes temas que importan al mundo. Quizás no le importen a algunos políticos de vuelo corto, que dicen que no importa el Fondo ni los bonistas. Esos son discursos peligrosos e irresponsables y hay que tener mucho cuidado y eliminarlos cuando llegue el momento de la votación. O hay que tenerlos en cuenta si integran una fuerza que se dice más moderada pero que en su interior guarda estas expresiones. Repito, hay que tener cuidado porque eso significa la Argentina aislada, parecida a Venezuela. Las listas del kirchnerismo van a quedar fuertemente integradas por estos sectores.
—En su discurso, Alberto Fernández llamó a reconstruir el primer gobierno de Néstor Kirchner trazando un paralelismo entre la situación actual y el 2003, ¿existe esa similitud tanto en el escenario como en la salida?
—La situación del mundo global hoy es más compleja que en ese entonces. Un hecho como el default del 2001 no sería avalado en el contexto internacional y la Argentina correría riesgos de aislamiento definitivo en el mundo económico, occidental y financiero. Cualquier reformulación que haya que hacer con organismos internacionales, Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional, deben ser de común acuerdo y no de manera unilateral a partir de una decisión emocional de la plaza con todas esas pavadas que nutren algunas decisiones argentinas, que son las peores que se toman y van en contra de los intereses del país. La forma correcta de eliminar las condiciones que pone el Fondo Monetario es pagando. El nuevo gobierno o la continuidad de Macri puede reformular plazos, alargarlos o buscar un waiver, pero no una decisión unilateral.
En la última parte de la entrevista, Pichetto citó a Perón para remarcar que "la política internacional es la más importante de las políticas". En la segunda parte de la entrevista aparecen las respuestas del senador sobre temas como el avance de las derechas en el mundo, la diplomacia ejercida por el presidente Mauricio Macri, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la posición estratégica que debe acuñar la Argentina y la situación venezolana.