Macri y el peor balance, con una carta ambigua y las reservas netas en el quinto subsuelo
Cuando la mayoría sólo quiere terminar el año y clausurar el tiempo de la tormenta permanente, justo ahora, Mauricio Macri tiene frente a sus narices "la mejor oportunidad". Así se lo dicen al Presidente desde hace unos meses -y cada vez con más insistencia- los estrategas de un tablero oficialista que asoma con poco y nada para ofrecer de cara al 2019 decisivo. El test que empieza ya, cuando la resaca pegajosa del fracaso empiece a ceder, le ofrece al líder del PRO una variante que puede, tal vez, cortar los largos días de trastornos que le esperan hasta las elecciones de octubre.
Con recesión prolongada, ajuste como mandamiento, riesgo país alarmante y expectativas derruidas, el escenario es inverso al que Macri y el país político vislumbraron en el brindis de 2018. Guste o no, el gobierno no cumplió con casi nada de lo que prometió, mordió el polvo de la derrota en lo que anunció como sencillo trámite y colmó de dudas y frustración a una porción de sus votantes. Así como está, Cambiemos sólo puede refrendarse como el reverso del pasado cristinista y -lo que para muchos es lo mismo- del país peronista.
Con las cartas echadas, Macri, Marcos Peña y Jaime Durán Barba evalúan por estas horas una jugada que altera los plazos, los ciclos y, quizás, los resultados: el adelantamiento de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, que proponen María Eugenia Vidal y Federico Salvai, con el respaldo de Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y Horacio Rodríguez Larreta. Una movida que debe definirse cuánto antes si la intención es votar en agosto o setiembre en el territorio madre de todas las batallas.
Los promotores del golpe sostienen que los intendentes del peronismo no están preparados para pelear contra la Reina sin el sostén de Cristina Kirchner en la boleta y que un triunfo de Vidal, antes de las presidenciales, es capaz de generar una ola que eleve a Macri hacia la reelección.
Los promotores del golpe sostienen que la candidata está llamada a ser, como en 2015 o más, la carta decisiva de Cambiemos. Afirman que María Eugenia puede revertir una seguidilla de amarguras en medio del calendario electoral anticipado por el PJ en las provincias. Sostienen que los intendentes del peronismo no están preparados para pelear contra la Reina sin el sostén de Cristina Kirchner en la boleta y que un triunfo de Vidal, antes de las presidenciales, es capaz de generar una ola que eleve a Macri hacia la reelección.
De fondo, hay un dato tan ineludible como reconocido en las filas del oficialismo: la mochila de plomo que representa el Presidente para la gobernadora en el Gran Buenos Aires y en zonas crecientes de la inmensidad bonaerense. El líder del PRO deberá evaluarlo en la tranquilidad de Villa La Angostura y junto a su mano derecha.
Todo se define, como siempre, con encuestas en la mano, pero esta vez hay algo más, que pone a prueba el pragmatismo declamado del núcleo de acero amarillo. Separar a Vidal de Macri puede anticipar un triunfo primero sin impedir después un mal resultado del Presidente, que lo deje desnudo en su impopularidad. Puede tentar a Cristina Kirchner con la posibilidad de ir a pelear por la gobernación en una batalla a todo o nada entre mujeres. O puede incluso confirmar que el Círculo Rojo no se equivoca cuando presiona a favor de la gobernadora como Plan V del macrismo. Una pócima letal para el optimismo del no pasa nada.
A los vencimientos de deuda que esperan al próximo presidente se le agrega otra variable más actual, que altera los nervios de la City: el número casi secreto de las reservas netas que permanecen en manos del Banco Central.
Es temprano, pero no tanto, para saber cuál es el cálculo del imbatible equipo de campaña que lideran Peña y Durán Barba. Los meses que restan para definir el nombre del próximo presidente son pura incertidumbre. Agua mansa que corre o nuevas tormentas; nadie lo sabe. Es eso lo que espanta a los fondos que conservan bonos argentinos y lo que dispara el riesgo país a lo más alto de la escala global. A los vencimientos de deuda que esperan al próximo presidente se le agrega otra variable más actual, que altera los nervios de la City: el número casi secreto de las reservas netas que permanecen en manos del Banco Central.
La entidad que preside Guido Sandleris difundió el viernes último un número que sugiere una fortaleza ficticia: 65.796 millones de dólares, una cifra que transmite tranquilidad pero se presta a confusiones y oculta lo que los inversores saben. Las reservas netas, que suele mencionar Miguel Angel Broda, están muy lejos de lo que presenta el Central. Según la consultora ACM, la entidad que este año vio pasar a Federico Sturzenegger y Luis Caputo conserva en su poder unos 22.000 millones de dólares, la tercera parte de lo difundido en el cierre del año. Cuestión de metodología, hasta ese dato puede transmitir una sensación equivocada. De ese total, el 95% corresponde a desembolsos efectuados por el Fondo Monetario, según la estimación del director de ACM, Javier Alvaredo, uno de los economistas que asesoran a Miguel Ángel Pichetto.
Si Macri, Dujovne y Sandleris decidieran devolver todo una mañana, la cifra daría cuenta de la fragilidad de Cambiemos, sin auxilio externo: unos 1200 millones de dólares en el Banco Central. Casi un certificado de defunción o un pasaporte al default, para aludir a un término que vuelve a ponerse de moda.