Le están marcando la cancha al Presidente
El jueves 30 de abril alrededor de las 6 de la tarde, a pocas horas del Día del Trabajador, 32 empleados de Polka recibieron un llamado telefónico de la empresa que les anunciaba que quedaban despedidos. Sin carta documento, sin recibo de sueldo y sin siquiera haber cobrado la totalidad de su último salario, se enteraron de que quedaba descartada hasta nuevo aviso una de las coproducciones con Turner y que se les rescindían sus contratos. Desocupados sin constancia, incapacitados para pedir el seguro de desempleo o iniciar cualquier reclamo, los damnificados de la productora de ficción televisiva más grande del país son un capítulo tan reciente como injusto de una saga que se prolonga. Casi la totalidad de los 400 trabajadores que tiene la compañía que fundó Adrían Suar entre personal estable y contratados cobrará esta semana el salario de abril con un recorte que viola el acuerdo de por sí generoso que firmó la CGT con la UIA y tuvo el aval gobierno nacional.
Sucede en la mayoría de las categorías. De un sueldo de 65.000 pesos, el Estado va a cubrir en mayo el 50%, la firma de la cual el Grupo Clarín es socio mayoritario va a pagar apenas el 20% a través de El Trece y el 30% restante quedará diferido para el mes de septiembre. Un abismo de incertidumbre después del que, según se deduce, el multimedios dueño de Telecom espera retomar algo parecido a la normalidad.
Mientras Alberto Fernández y parte del oficialismo se quejan de la virulencia con que el holding de Héctor Magnetto dispara contra el gobierno nacional en plena pandemia, el caso de la empresa que postergó también la filmación de “Separadas” y “El tigre Verón” es apenas uno más del doble estándar entre lo que se demanda y lo que se está dispuesto a poner.
Con las paritarias convertidas en un gran signo de interrogación y la erosión inflacionaria como constante, se está consumando un gran ajuste en los salarios de los que conservan el trabajo.
Son voces minoritarias pero existen en el peronismo las que se preguntan por qué el Presidente convalida a través del ministro Claudio Moroni una baja del salario de 25% si se está haciendo cargo de la mitad del sueldo con un programa que representa una ayuda de $132.000 millones para las empresas, de acuerdo al cálculo de la Oficina de Presupuesto. No sólo tiene que ver con un porcentaje discutible según el sector sino con una dinámica prolongada en la que el poder adquisitivo viene de sufrir una caída violenta durante los cuatro años de Mauricio Macri como presidente. Más cuando se supone que el motor de la recuperación que había imaginado el gobierno era el encendido de la economía a partir de la recuperación del salario real. Tan cierto como que el COVID-19 hizo volar por el aire todas las previsiones de una administración que recién empezaba a hacer pie y que las empresas enfrentan dificultades inéditas es que persisten los miserables que aprovechan la situación para no ceder nada en su margen de rentabilidad. Con las paritarias convertidas en un gran signo de interrogación y la erosión inflacionaria como constante, se está consumando un gran ajuste en los salarios de los que conservan el trabajo.
Concentrado en la salida de la cuarentena, con un éxito sanitario indudable que es minimizado por los adoradores de Donald Trump y Jair Bolsonaro, Fernández se topa con desafíos recurrentes de factores de poder real que, aunque no lo parezca, vienen de fracasar feo con el auspicio sostenido del gobierno de los CEOs. Tantas veces con los países centrales como parámetro, el albertismo nonato advierte que hoy al profesor de Derecho Penal le niegan el acierto de haber evitado muertos por miles y lo tratan como un empecinado que se niega a pagar los costos que hay que pagar. Con una sociedad hastiada, errores propios, ofensivas ajenas y diferencias internas, es casi natural que la base de autoridad del Presidente empiece a resentirse y dependa, paradójicamente como nunca, de la salud que exhiba su particular alianza con una Cristina Fernández de Kirchner que recupera protagonismo. Al otro lado de la polarización, le pasa algo similar a Horacio Rodríguez Larreta que ya no quiere asomar más su barbijo a las reuniones vía Zoom de Juntos por el Cambio en las que sus socios le pasan facturas virtuales por su alianza con Fernández. La diferencia es que el jefe de gobierno porteño prefiere ni oír hablar de Mauricio Macri.
Mientras entra en la recta final de la reestructuración de la deuda y sufre una caída abrupta de la recaudación, el gobierno busca una salida gradual del aislamiento que no está exenta de riesgos -como lo muestra el avance del virus en los barrios vulnerables de la Ciudad- y tampoco garantiza un regreso inmediato a la actividad plena. En el gabinete económico, prevén que al final del encierro vendrán por lo menos tres meses muy complicados desde el punto de vista de la demanda, en los cuales no será sencillo que cambie el patrón de consumo que se afianzó producto del miedo. De acuerdo a la última encuesta de la UIA entre 1329 empresas, el 77% declara problemas para pagar los sueldos de abril, pese a que el 59% accedió al Programa de Asistencia al Trabajo y a la Producción y a que reconocen el acuerdo de suspensiones con recortes de salario como un “importante alivio”. Mientras el 81% no pudo cobrar cheques en abril, sólo el 20% del total logró acceder a los créditos de los bancos con la tasa del 24%.
Más allá de que las fábricas comiencen a producir, el auxilio que brinda el gobierno en plena emergencia deberá extenderse por un período considerable y ahí es dónde se reeditará la discusión para la que no hay acuerdo: cómo se financia un Estado que administra una economía frágil y sobreendeudada después de cuatro años de una brutal transferencia de ingresos. Consagrado Alejandro Vanoli como emblema de la ineficiencia por sus múltiples detractores, en el oficialismo admiten que los organismos estatales no tienen la capacidad de respuesta suficiente para hacer frente a una situación de parálisis generalizada. No alcanza la asistencia para las empresas, hay monotributistas que no cumplen con los requisitos de facturación para acceder al crédito a tasa cero y también cobrar el IFE puede ser una odisea. Sin embargo, con el ensayo y el error como norma, en el ancho Frente de Todos lo que más preocupa no es eso, sino la percepción general a la hora de mirar un escenario complejo al extremo. Lo importante, dicen, es hacia dónde va el gobierno y si el Presidente advierte o no qué le están marcando la cancha con cal los que quieren condicionar sus decisiones y no piensan hacer ninguna contribución.