El martes el gobierno logró un shock legislativo que mostró una vieja cualidad kirchnerista: disciplina interna y agenda transversal. Un ejemplo fueron los diputados radicales que responden al gobernador jujeño Gerardo Morales que votaron a favor del impuesto a las grandes fortunas (el “aporte extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia”). ¿Pero cuánto duró el “supermartes”? Lo que dura un día… 24 horas. Terminó siendo eso: un día en la vida.

En el año de la manta corta, en este esperar la vacuna como esperando a Godot, liderar es liderar los temas pero, ¿cuánto dura un tema en agenda? Depende de si es o no un tema de la sociedad. El aborto lo es. Los incendios lo son. A veces: a la sociedad lo que es de la sociedad y a la política lo que es de la política. El impuesto a las grandes fortunas fue votado un segundo antes de que perdiera la cadena de frío. Desde abril que suena la campana, cuando sonó también la de que “los políticos se bajen los sueldos” y nada pasó (y hacía falta en ese momento esa dupla, ese reverso de “es con todos”). ¿Y ahora?

El lugar común de que la política sólo tiene “imaginación” para cobrar impuestos caló hondo y tiene efectos. El año pasado participé de un focus group sobre la tarjeta alimentaria. Hombres y mujeres de clase media y media baja conversaban sobre las políticas sociales. Locuaces, los “contribuyentes” opinaban con solvencia sobre dónde y cómo gasta el Estado la “plata con los pobres”. Soberanía popular. Pero llegado el momento se autopercibieron menos autorizados a opinar sobre a quiénes cobrar más impuestos. “A los ricos”, dijo uno y todos asintieron, como sacándose el tema de encima.

La plata se cobra, se emite o se pide prestada. No hay tantos secretos: un gobierno es la correlación de fuerzas entre esos arcones. Entre los discursos de la oposición, en cuya tarde aciaga tuvo el memorable tuit borrado sobre la representación, picó en punta el discurso del diputado Rubén Manzi, de la Coalición Cívica de Catamarca, comparando el aporte solidario con comerse a los hijos. La defensa para el famoso clima de negocios se apuntala a veces con argumentos infantiles y desconcertantes. La pregunta se impone: ¿alguien vio alguna vez a un inversor? ¿Dónde están? ¿Duermen en Ezeiza? ¿Los inversores son los padres?

Uno de los destinos del “aporte” de las grandes fortunas (el 15%) irá a parar al inicio de lo que prometió la Ley de Barrios Populares, que lleva dos años votada (y por casi unanimidad). El techo, como se vio estos meses, es una prioridad. “El RENABAP nos dice que hay por lo menos 4416 villas o barrios precarios en nuestra patria”, afirma Gustavo Carrara en una lúcida intervención que recogió La Nación Trabajadora.

En el mediodía del supermartes parlamentario Gustavo Marangoni opinó sobre el momento político. Algo voluntario, pero nunca ostentoso, Marangoni le hizo un tackle a los tiempos televisivos y citó de “El sur” -el cuento de Borges que honra el criollismo e inventa mundos para contar un país en transformación, una Buenos Aires dividida por la avenida Rivadavia, suburbios y fronteras- esta parte: “El patrón le trajo sardinas y después carne asada; Dahlmann la empujó con unos vasos de vino tinto”. Más allá de la pertinencia de la cita, la libertad de poder hacerla a la hora en que el tiempo vuela. Marangoni quiso decir que todos los ruidos con cartas de senadores, declaraciones y plantones que se escuchan en el oficialismo se llaman: “el peronismo procesando su ajuste y acuerdo con el Fondo”. Todo esto es el vino tinto para empujar las cosas duras de tragar. Pasan los gobiernos, queda el Estado, dice el FMI. El Estado es el mismo, y el Fondo pasa del cafecito con Macri y Dujovne (los que nos metieron en el baile) al cafecito con Alberto y Guzmán (los que nos quieren sacar del baile). Las visitas del FMI son osteopáticas. En 2018 tuvieron reuniones con sindicatos y organizaciones sociales. No pierden tiempo y lo aprovechan. El último café con Massa fue más que una formalidad: tuvo el gesto de entender que este peronismo sigue siendo la suma de sus partes. Las cartas que se acumulan (la de CFK, la de los senadores) colocan a la “unidad” del Frente de Todos como tema del peronismo. Pero, ¿cómo se hace peronismo con 5% de aumento a jubilados? Claro que en un país donde tenemos 1,7 trabajadores activos por pasivo (cuando, para sostener un sistema, se necesitan 4, algo que no funciona hace décadas). Desindexar es la tarea (difícil). ¿Con cuánta reducción de daños se puede armar entonces el “ajuste” al que las circunstancias te obligan? No se trata de agarrar una sortija en el aire. Un país no se gobierna con lo que se quiere, se hace con lo que se puede.

Pobreza y dólares, lo que sobra y lo que falta. Fronteras provinciales más duras que las nacionales. Fin del Estado de excepción pareció el primer anuncio de la suspensión del IFE 4 aunque mezclado, por ejemplo, a la prórroga por 60 días de la prohibición de despidos sin causa justa que vencía el 30 de noviembre (publicada en el Decreto 891/2020 en el Boletín Oficial). Retrocesos, compensaciones, la parte del IFE que absorbe el Repro 2 -el reemplazo del ATP para el pago de salarios-, la recarga doble de la Tarjeta Alimentar del plan Argentina contra el Hambre, o el “Potencial Inclusión Joven” que debería acompañar a los jóvenes entre 18 y 29 años. ¿Hay una población más desafiliada que los jóvenes de veintipico pobres y desenganchados de cualquier prestación familiar? Acomodar la retracción del gasto al despegue económico, acomodar el despegue a la negociación con el Fondo. Y, encima, la economía que se recupera, ¿es más chica y más desigual?

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El gobierno no se preparó para esto. De hecho, el talle del gabinete estaba hecho a la medida de un país que debía lidiar solamente con la herencia macrista. La ausencia de un argumento articulado sobre el año educativo tiene nombre: la opción por Nicolás Trotta (que tuiteó en plena cuarentena sobre su estado capilar) y no por un Alberto Sileoni, o alguien más conversado, y con una vida que transpire experiencia en las aulas. Ese cambio de ministro se grita solo. Mientras, la ministra de Educación porteña Soledad Acuña atacó a los docentes en un video que se viralizó. Distintos y no tanto en esto: la semana puso el dedo en la llaga porque falta una respuesta para la educación. No hay país sin aulas. Las miles de aulas de la democracia desigual. Dice Ignacio Budano: “las crisis económicas y sociales afectan a la escuela por más tiempo de lo que duran para el resto de la sociedad”.

¿La imagen de la semana? Y es obvio: la imagen de Diego Jiménez, llevando en andas a su hija Abigail, de doce años, en un retén policial en la frontera de Santiago del Estero después de un traslado para realizarle un control a un tumor en la pierna que tiene la niña. No hay Borges que aguante (El sur es un cuento, también, sobre la torpeza y el azar). El colmo de una especie de imbecilidad formal. Letra muerta. El padre pidió que al policía que hizo de ortiba no lo dejaran sin trabajo. Un hombre que hizo todo bien… por mano propia.