Ganar y después gobernar, la consigna que pone a CFK y a Lavagna a leer el mensaje de Francisco
La campaña asoma despiadada y tiene lógica: el patio de atrás se percibe, de repente, como escenario decisivo. La segunda semana de febrero encontrará a Comodoro Py y a la misión del Fondo dispuestos a exhibir las fichas que juegan en la sucesión presidencial. Difícil parece, sino imposible, que logren alterar dos bloques macizos de adhesión que se repelen y se cimentan en la polarización.
Confirmada en su centralidad por los que la aman y la desprecian, Cristina Fernández de Kirchner guarda su decisión final debajo de la almohada. Tanto que hasta los delegados que recorren el país en su nombre avisan que en abril desisten de su candidatura, si para esa fecha la senadora mantiene su hermetismo. Prometer sin saber también genera cansancio.
La ex presidenta razona por estas horas, tal vez, distinto a lo que se supone. Dice que, si se para en una posición mezquina, no necesita hacer nada para este turno electoral. Puede ir con lo puesto a pelear contra Mauricio Macri y enviar a Axel Kicillof a la provincia, con la certeza de un resultado honroso y la posibilidad -hace un año, nula- de quedarse con todo. De perder, el cristinismo podría sentarse en el Congreso y en las legislaturas de todo el país a cuestionar con más fuerza y con más gente el rumbo económico de un gobierno atado al Fondo. Esperar otros cuatro años a que madure la constatación social de que el ciclo de Cambiemos es inviable; ganar ese tiempo para crecer con kirchnerismo puro.
Cristina dice que puede ir con lo puesto a pelear contra Mauricio Macri y enviar a Axel Kicillof a la provincia, con la certeza de un resultado honroso y la posibilidad de quedarse con todo.
Pero, dicen a su lado, Cristina piensa de otra manera y coincide en hacer el mayor esfuerzo para sumar lo máximo que se pueda. Incluido el tendal de heridos del Círculo Rojo que hoy está procesado y termina identificado con los caídos del kirchnerismo. Porque no alcanza con ganar y hay que gobernar con todo en contra, dentro y fuera del país.
Hay algo esencial en lo que, sin embargo, no cede. En las antípodas de lo que afirman los formadores de opinión que siguen encantados con el Presidente -y buena parte de la oposición-, la senadora se ve hoy como la única que puede ganar el balotaje. Algo parecido observa Federico Aurelio, que rechaza los que considera dos mitos de época: Cristina no puede vencer a Macri en el balotaje y cualquier otro puede triunfar.
El director de Aresco tiene números actualizados que confirman que Macri está muy mal en la provincia de Buenos Aires y dificulta en mucho la elección para María Eugenia Vidal.
En tren de sumar, el nombre que primero aparece entre la comandancia de Unidad Ciudadana es el de Sergio Massa. El ex intendente de Tigre insiste en que no quiere ser gobernador pero el problema con él es otro: ese factor sorpresa que de tan reiterado lo vuelve impredecible y lleva -también a los propios- a desconfiar de sus verdaderas intenciones. Sin proponérselo, Massa logra ahora poner de acuerdo en eso a los soldados de CFK con Miguel Ángel Pichetto. Parado en el anticristinismo irreductible, el senador de Río Negro comparte otra muletilla con la Señora: ganar no es lo mismo que gobernar. Por eso promueve con todo lo que tiene a Roberto Lavagna.
En las antípodas de lo que afirman los formadores de opinión que siguen encantados con el Presidente, la senadora se ve hoy como la única que puede ganar el balotaje.
Preparado para viajar a Harvard en algunos días, Pichetto y su círculo íntimo ven al economista de las sandalias como el antídoto para evitar las calamidades que acosarán a la sociedad si gana Cristina. O si Mauricio es reelecto. El único capaz de pararse por encima de la lucha entre miedos que está planteada. Experimentado al fin, compara a Lavagna con la escuadra de Torino que, hace más de medio siglo, salió a las pistas del TC para burlar el histórico dominio de Ford y Chevrolet.
En eso también coinciden las mediciones de Aresco. Lavagna es el dirigente de mejor imagen nacional, con mayor diferencial positivo (21 puntos) que Vidal (16) y con más posibilidades de crecimiento que el resto de los dirigentes de Alternativa Federal. Sin embargo, dice Aurelio, para acotar la distancia entre imagen e intención de voto, el ex ministro debería partir del acompañamiento de todos los aspirantes del PJ del medio: justo lo que no tiene garantizado y lo que más le cuesta. "Un candidato más del peronismo es seguir dividiendo el mismo pedazo de torta y el pedazo es cada vez más chiquito”, explica.
Los especialistas lo ven claro: Cambiemos va a la elección con el apoyo de los grandes medios, el poder del Estado, el respaldo de Christine Lagarde, el expertise de campaña y la capacidad de financiar la división opositora. Pero también con el desgaste de la economía real, que pega cada día en la vida de las mayorías, y el espejismo del vamos bien astillado.
En el arranque de una travesía difícil y por momentos previsible, algunos en el panperonismo vuelven a las palabras del Papa Francisco en Evangelii Gaudium. Ese actor, que parece no involucrarse en la región, pero que ya dejó su mensaje escrito en piedra, con cuatro principios de su formación jesuita: "El tiempo es superior al espacio”, "La unidad prevalece sobre el conflicto”, "El todo es superior a la parte”, "La realidad es superior a la idea”. Aplicar esa sencillez ante el dilema opositor, dicen los que buscan inspiración en el Vaticano, puede servir tanto para ganar como para gobernar.