“La nueva presidencia heredó un país en bancarrota, totalmente endeudado, con espirales de inflación e incremento de la pobreza. Es un milagro al revés que un país tan rico tenga a una tercera parte de su población en la pobreza. Fernández tendrá que emprender una tarea titánica que será posible sólo si mantiene firme el timón de una conducción sabia y determinada y si se logra mantener y reforzar la unidad del movimiento peronista-justicialista y su arraigo popular”.

Publicadas por el Vatican News, el portal oficial de la Santa Sede, las declaraciones de un íntimo amigo de Jorge Bergoglio, el laico uruguayo Guzmán Carriquiry, preceden la visita de Alberto Fernández a Francisco, en el marco de la doble negociación con el Fondo y los bonistas.

Desconocido para el gran público, el consejero del Papa argentino habló hace unos días ante un grupo de alumnos de la Academia de Líderes Latinoamericana sobre la “olla a presión” que está explotando en una región de “enormes desigualdades” y sobre la ausencia de nuevos paradigmas para afrontar el “impresionante cambio de época” que estamos viviendo.

Discípulo del filósofo uruguayo Alberto Methol Ferré, Carriquiry escribió un libro sobre la independencia de América Latina que fue prologado dos veces por Bergoglio, antes y después de llegar a las alturas vaticanas. No pocos piensan que su mano está en el cambio que decidió Francisco hace apenas unos días, cuando desplazó a su secretario privado, el porteño Fabián Pedacchio, y nombró en su lugar al joven sacerdote oriental Gonzalo Aemilius.

Guzmán Carriquiry y Jorge Bergoglio.

El temor a un estallido en medio de la pobreza y la indigencia será tema obligado cuando Fernández entre, el viernes próximo a las 10.30, al Palacio Apostólico y sea recibido a solas por el Papa en la Biblioteca Vaticana del segundo piso. De la extensión del encuentro y de las caras que aparezcan ante las cámaras cuando se abran las puertas, dependerá un vínculo que el presidente argentino considera clave para gestionar la emergencia y desactivar la bomba de tiempo del endeudamiento.

Después, habrá un segundo encuentro en el primer piso del Palacio con el secretario de Estado Vaticano, el cardenal Pietro Parolin. Fernández deberá entrar con tres acompañantes que podrían ser su mujer Fabiola Yañez, el canciller Felipe Solá y, si el indulto es bilateral, el supernumerario Gustavo Beliz.

El temor a un estallido en medio de la pobreza y la indigencia será tema obligado cuando Fernández entre, el viernes próximo a las 10.30, al Palacio Apostólico y sea recibido a solas por el Papa en la Biblioteca Vaticana del segundo piso.

De fluida relación con estrechos colaboradores del Papa como Marcelo Sánchez Sorondo y Enrique Palmeyro, el secretario de Planeamiento Estratégico quiere sostener como embajador a su amigo Luis Bellando, objetado por un mundo de memoriosos que habita en el cristinismo y el Palacio San Martín. Con el pedido de placet retenido en Cancillería, antes del viernes debería haber una definición, si es que el Presidente no quiere llevarle a Francisco el insólito problema de resolver una terna en medio de la audiencia.

Felipe Solá promueve a María del Carmen Squeff, la ex embajadora en Francia ligada a Cristina Fernández que Mauricio Macri castigó y mandó a Nigeria, donde contrajo paludismo. Squeff trabajó a las órdenes de CFK en los equipos diplomáticos del PJ que orientaba Jorge Taiana.

Pero Beliz estableció con Alberto una rara sinergia, si se tiene en cuenta que hasta hace no tanto apenas si se conocían. Son minucias entre cortesanos. Lo central pasa por el rol que puede jugar Francisco en la etapa crucial de la reestructuración de una deuda impagable con vencimientos de cortísimo plazo.

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Con la presencia del fugaz ministro de Menem y Kirchner, Kristalina Georgieva, Martín Guzmán, Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs, el encuentro previsto para el 5 de febrero en el Vaticano sobre “Nuevas formas de fraternidad solidaria de inclusión, integración e innovación(I+I+I)” es a la vez una demostración de fuerzas del Papa y un intento de llevar al Fondo a una posición distinta a la que adoptó durante los años de Mauricio Macri y la religión del déficit cero.

Mientras el lobby de los bonistas se profundiza en Buenos Aires y Wall Street, el Vaticano plantea en su convocatoria la máxima de que no se puede servir a “Dios y al dinero”. Algo que el ministro de Fernández adapta a su libreto cuando habla de que la negociación con los bonistas se hará con la premisa de “cuidar los argentinos”. Difícil encontrar el punto intermedio que conforme a todos en plena urgencia.

Crítico recurrente de la economía de mercado, detractor histórico del FMI y profeta reciente de quitas significativas, Stiglitz tiene un rol clave en la discusión global de un tema en el que su aliado Guzmán se juega una partida decisiva.

El Premio Nobel de Economía exhibe una sintonía fina con la filosofía de Bergoglio y le adjudican una llegada importante a la nueva jefa del Fondo. Juntos organizaron en mayo de 2019 el encuentro internacional “Economía de Francisco” que espera reunir a 500 jóvenes economistas y empresarios de todo el mundo, entre el 26 y el 28 de marzo en San Francisco de Asís.

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Fue en la cita de la que participó también el profesor argentino de la Universidad de Columbia, antes de convertirse en ministro de Fernández y recibir la pesada carga de la deuda. Guzmán y Stiglitz están entre los predicadores que apuestan a un milagro en el que pocos creen: que Georgieva de un giro histórico y abra el corazón del organismo que blindó a Macri con 44.000 millones de dólares y la exigencia del ajuste infinito.

Juegan por un andarivel mientras por el otro, según se ilusionan en Cancillería, la visita a Benjamín Netanyahu y la condena a Nicolás Maduro pueden despertar la sensibilidad de Donald Trump.