Si fueran dos programas del prime time, la competencia entre los cuadernos de Oscar Centeno y la economía de Mauricio Macri sería despiadada. Pero son dos derivas paralelas que afectan en forma desigual a una platea que no deja de sorprenderse. Mientras el Gloriagate se apodera de las páginas de política, excita al periodismo y baja la cotización de las empresas; el dólar, el riesgo país, la inflación, la caída de consumo y el frío que pega en la industria y la construcción alteran los nervios de la City y castigan la vida de los pesificados.

Para competir con la aventura cotidiana de las mayorías en tiempos de crisis, la saga inagotable de la corrupción kirchnerista precisa nuevos protagonistas que vayan a la cárcel, otros que regresen, el remordimiento pactado de la patria contratista y un estado de descomposición que se extienda hasta zonas, hasta hace poco, sagradas.

Para competir con la aventura cotidiana de las mayorías en tiempos de crisis, la saga inagotable de la corrupción kirchnerista precisa nuevos protagonistas que vayan a la cárcel.

La letra del ex suboficial del Ejército que anotaba de manera obsesiva con una visión de futuro envidiable tiene, pese a todo, un punto en común con el segundo semestre de ajuste y recesión. Encuentran a un gobierno con escasa capacidad de anticipación y dificultades elocuentes para reaccionar en el doble campo de la política y la economía. Con el Presidente casi como un espectador más. Y exhiben a una sociedad que pierde la paciencia y las esperanzas ante la escena que se repite, con el management distinguido que prometía dar vuelta la historia de fracasos peronistas y radicales.

La misión de técnicos que envía ahora Christine Lagarde llega justo para asistir a la devaluación del peso y el Supermartes. Sin embargo, será la difusión del dato de inflación de julio la que dibujará una tendencia firme en medio de la incertidumbre: la meta del 32% también será difícil de cumplir. Al menos, eso es lo que consideran las mismas consultoras que hace 32 meses alumbraron un mundo nuevo para la Argentina de Cambiemos.

En un contexto en el que los fondos de inversión conspiran contra los bonos argentinos, el FMI es el aliado principal de Macri, Luis Caputo y Nicolás Dujovne. Aún con una inflación que se burle otra vez de las buenas intenciones, Madame Lagarde y sus hombres pueden garantizar el desembolso de septiembre. Pero no tienen manera de evitar las dudas que despierta el programa financiero que suscribió el gobierno y está entre los factores que disparan el riesgo país.

Tres meses después del regreso al FMI con un pedido de socorro, nadie sabe en qué puede terminar una nueva corrida y una tormenta más inclemente.

Tres meses después del regreso al FMI con un pedido de socorro, nadie sabe en qué puede terminar una corrida adicional y una tormenta más inclemente. El deseo de que todo salga bien y la crisis no encienda una montaña rusa es genuino. En el peronismo de nuevo orden, pretenden que Macri termine lo mejor posible su mandato y -aunque también los toca- ven con ilusión el Lava Jato aborigen que complica otra vez a Cristina Kirchner y repone en escena su desafuero. Razonan en voz baja con un entusiasmo similar al que Elisa Carrió muestra en las redes sociales. Enhorabuena: Miguel Ángel Pichetto y Sergio Massa pueden coincidir por una vez con la jefa de la Coalición Cívica. En el oficialismo y en la oposición, no sobran los que ven una oportunidad en la caligrafía de Centeno.

Dentro del espacio del macrismo original, todos prenden velas por una recuperación que cada vez asoma más difícil. No solo los que como Marcos Peña y Dujovne todavía sienten que este camino plagado de sacrificios es el correcto. Sobre todo, los que -como Horacio Rodríguez Larreta- no quieren dejar la gestión en su distrito para ir a inmolarse en un esquema de emergencia, sin margen para pensar en el futuro.