Aunque su lugar está lejos de la superficie y aprendió a moverse en las sombras, Carlos Grosso a veces abandona su oficina en el primer piso de Puerto Madero y visita la Quinta de Olivos. Si las puertas de la residencia presidencial se abren para su llegada, es porque el Gobierno atraviesa una situación tan crítica como para que el ex jefe de Gobierno porteño salpicado de corrupción aparezca ante las cámaras como un asesor clave en el plan amarillo de Mauricio Macri.

Más allá de alguna filtración, Grosso es un hombre que se mantiene alejado de los medios y procura transmitir las directrices de Cambiemos a todos los altos mandos sin mediaciones.

Más allá de alguna filtración, Grosso es un hombre que se mantiene alejado de los medios y procura transmitir las directrices de Cambiemos a todos los altos mandos sin mediaciones. Su rol excede a todos los funcionarios e incluso al partido: es una piedra angular de la política argentina y, aunque nadie quiera llevar su nombre en una boleta, todos los piden para la mesa chica del armado. Vinculado con Macri desde su ingreso como ejecutivo al grupo Socma por orden de Franco, el peronista que asesoró durante siete días a Adolfo Rodríguez Saá en la presidencia se dedica al armado integral de la alianza Cambiemos, un experimento que él quiere que traspase no sólo la barrera de los tiempos de Macri, sino las de la historia política argentina.

De Puerto Madero a Olivos: Grosso, el armador político de Cambiemos que aparece en la crisis

Carlos Grosso cuando era intendente de la Ciudad de Buenos Aires.

Sabe que su rol se practica en cuatro paredes y no busca -ni espera- recibir ningún edificio con una placa con su nombre en la puerta. Su imagen -a pesar de haber sido absuelto por la justicia en la causa de "La escuela-Shopping”- lo obliga a trabajar en las sombras. En esa práctica, dialoga a diario con dirigentes de las provincias, ex políticos como él que llevan adelante el armado de Cambiemos en las provincias y los funcionarios de más peso de la Rosada. Macri está a un botón de su teléfono.

Grosso sabe que su rol se practica en cuatro paredes y no busca -ni espera- recibir ningún edificio con una placa con su nombre en la puerta.

Aunque se identifica más con los funcionarios que aspiran a la gobernabilidad y asumen la república como bandera, se complementa con el gurú de Cambiemos que ve la política como una guerra de dos polos en la que el más votado se convierte en Gobierno, Jaime Durán Barba. Grosso reconoce que el ecuatoriano es brillante en su tarea de ganar elecciones. Gobernar es otra cosa.

A los 73 años se mantiene como una voz clave del Gobierno. Reciclado de los 90 como muchos otros aliados de Macri, gestiona vía mail varias carteras del Poder Ejecutivo. Le interesa la modernización del Estado que se encarna bajo la figura de Andrés Ibarra y la lucha por mantener los votos en la provincia de Buenos Aires.