En el mismo lugar en el que se destacó, otra vez en minoría, de regreso a la oposición, pero una vida después. Sin una provincia con recursos que la respalde, sin los medios a favor y, sobre todo, sin Néstor Kirchner. Como en el juego de la oca, a los 64 años, Cristina Fernández vuelve al punto de partida.

"Como en el juego de la oca, a los 64 años, Cristina Fernández vuelve al punto de partida"

Después de haber gobernado 8 años que fueron 12, en siete días la ex presidenta volverá a empezar en el Senado con todas las luces sobre sus movimientos y con todo Comodoro Py concentrado en las huellas que dejó, por delegar para fingir no saber. Sólo ella sabe lo que significa retornar después de haber tenido -sino todo- mucho poder, después de haber creído que ese poder no corría peligro, después de haber hecho justo lo que dijo que no iba a hacer la noche que arrasó con el 54 por ciento: creérsela.

Será interesante verla moverse y pelear en la esgrima con Miguel Ángel Pichetto, el señor gobernabilidad que le obedeció a disgusto hasta el último minuto y que ahora pretende sellar una lápida sobre su cabeza, sin reparar en que todavía respira a través de millones de votos que la siguen, haga lo que haga. El mismo Pichetto que ya le dijo "no” a su desafuero porque tiene como religión la sobrevida de la corporación política.

Nada está escrito y para nadie será fácil.

La fuerza de Pichetto no es poca, pero emana del respaldo que obtuvieron los gobernadores del PJ en todo el país. Los que viven en la encrucijada de gobernar sus provincias con la ayuda de Mauricio Macri y elaborar al mismo tiempo un proyecto competitivo para que en 2019 nazca un bipartidismo que se ponga de acuerdo en casi todo. Una madurez en base al diálogo que, para los que están afuera, puede sonar a complicidad. Es el peronismo que le discute las comas a Cambiemos pero que no tiene una propuesta alternativa para la Argentina, algo sencillo para escribir y titánico para concretar. Puesto en el lugar de lo viejo, ese PJ sólo atina a empardar la modernización sui generis del macrismo.

Con muy poco, la ex presidenta tiene todo para adueñarse del lugar de la verdadera oposición. Mucho más difícil, es que desde esa ubicación preferencial logre encabezar un proyecto de poder capaz de ocupar por tercera vez el sillón que ahora pertenece a Macri.

"La ex presidenta tiene todo para adueñarse del lugar de la verdadera oposición"

No nació todavía el líder peronista que pueda jubilarla. Al contrario: los que se amigan demasiado con el diálogo acrítico pierden en sus distritos. Pero todo indica que, de ser ella, lo primero que logrará será abroquelar al antikirchnerismo que -con Cambiemos en la Casa Rosada- puede ir perdiendo adhesiones. Repetir como un eco cansado que no quiere para después ser y recrear, una vez más, las condiciones de su derrota.

Si Cristina se conforma con plantear una oposición progresista al estilo Frepaso, no tiene que hacer nada nuevo: su objetivo está logrado antes de empezar a andar. Pero si ambiciona recuperar lo perdido tendrá que idear un método que al kirchnerismo gobernante le falló durante 12 años.

Dicen en el peronismo que no hay herencia posible salvo la que surge de la primacía en la lucha política. Que el liderazgo nace de la confrontación y la construcción que deriva en votos. Pero lo inédito de la alianza de derecha con respaldo popular que encarna Cambiemos hace dudar de cualquier axioma.

"Lo inédito de la alianza de derecha con respaldo popular que encarna Cambiemos hace dudar de cualquier axioma"

Con un PJ que se parece al oficialismo y se resigna por ahora a ser alternativa electoral en serio en 2023, la senadora de regreso parece disponer de una sola carta para salir de la intemperie y volver al poder: crear un kirchnerismo sin Cristina, que encarne parte de su pensamiento, que no tenga apariencia de títere, que no cargue con todas sus culpas y que parezca nuevo. Como parece la derecha con el traje del macrismo.