Tras casi cuatro meses de pesquisa, los investigadores encontraron rastros de ADN de la empleada doméstica Rosalía Paniagua debajo de las uñas de Roberto Wolfenson, el ingeniero de 71 años que fue asesinado en febrero pasado en su casa del country La Delfina, en la localidad bonaerense de Pilar.

La primera autopsia había arrojado que Wolfenson había ofrecido resistencia al momento de ser estrangulado con un lazo al cuello, pero ahora se supo también que tenía perfil genético de la única detenida en este causa.

Los resultados realizados por el Laboratorio de Genética Forense del Instituto de Investigación Criminal y Ciencias Forenses Norte, de la ciudad de Junín, fueron enviados al fiscal a cargo de la investigación, Germán Camafreitas, de la Unidad Funcional de Instrucción 3 de Pilar.

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Estos resultados además confirman que, en su intento por defenderse, Wolfenson llegó a arañar a la agresora. Además, las pericias revelaron que tres de los cabellos levantados en el piso de la habitación de huéspedes del primer piso, donde se produjo el crimen, le pertenecen también a la acusada.

El juez de garantías Nicolás Ceballos le dictó la prisión preventiva a la empleada doméstica a fines de abril, tras imputarla por "robo calificado por el uso de arma utilizada en forma impropia en concurso real con homicidio criminis causae".

En su acusación, el fiscal había indicado que la acusada "se apoderó ilegítimamente de un aparato celular, un parlante tipo bluetooth, un par de auriculares, un cuchillo de cocina, un candelabro de bronce macizo y un par de guantes de limpieza de color rojo", por lo que el homicidio se habría producido para encubrir el hurto.

Según fuentes de la investigación, desde enero Paniagua reemplazaba temporalmente a la empleada doméstica del ingeniero y, al parecer, aquel jueves 22 de febrero, supuestamente el día del crimen, terminaba su suplencia ante el próximo regreso de quien ejercía habitualmente esa función.

Por entonces, Wolfenson estaba sólo en la casa, dado que su esposaGraciela Orlandi, se había encontrado con su hija en la costa atlántica. Los investigadores sospechan que murió el 22 de febrero, porque usaba asiduamente su celular y el dispositivo emitió señal por última vez ese día a las 14:20. El hombre tampoco asistió al gimnasio horas después y no contestó las llamadas de sus amigos, preocupados por su ausencia. El cuerpo de la victima fue encontrado al día siguiente por su profesor de piano.