Es un hombre conectado con el deseo. Aunque haya estudiado derecho por descarte en la Universidad Nacional de Rosario, y lo hayan llamado Doctor hasta sus 27 años, Luis Novaresio se consagra hoy en ese oficio, cruel y percudido, que desde chico añoró: el periodismo. Es de ese puñado de profesionales que ocupan franjas centrales y llevan parvas de clicks a los grandes portales. Dicen que se cuida de no caer en la “egolatría patológica” que el rosarino advierte en el ambiente, mientras algunos de sus colegas le espetan que lo que él hace “no es periodismo”.

Nacido en el año 1964, fue como estudiante universitario que Luis Esteban dio sus primeros pasos en Canal 3 de Rosario, gracias a un aviso publicado en La Capital que pedía jóvenes con vocación periodística. Como quien no quiere la cosa, llegó la radio —FM Vida, FM Río—, la conducción de “10 puntos” en Radio 2 y la redacción de columnas en diferentes medios como Rosario/12, El Ciudadano y el óbito Crítica de la Argentina.

Grondona veía las imágenes de un motín en una cárcel de Santa Fe y comenzó a buscar quien le hiciera un informe desde el lugar de los hechos. Entonces sonó el teléfono de Novaresio que, presto, cumplió con la tarea. Así se ganó el espacio que lo trajo a Buenos Aires y que lo proyectó a nivel nacional —usted sabe, lo del país federal es más un anhelo que una realidad— en la pantalla de “Hora Clave” y en el aire de “Pensando con Mariano Grondona”. Cupo progre entre un elenco ultra conservador, para Luis todo fue libertad de expresión y confeti hasta que en 2009 hubo una discusión al aire por la extracción compulsiva de ADN. “El Estado tiene que garantizar que haya justicia y, en este caso, hay que buscar quiénes fueron los que apropiaron y robaron criaturas”, dijo con gallardía el rosarino en una mesa hostil sin saber, quizás, que aquella postura marcaría el final de sus días en el programa.

Sin embargo, no quedó en Pampa y la vía. Convocado por el habilidoso Hadad —alguien “con un olfato y un talento descomunal”, según el propio Novaresio—, Luis tenía abiertas las puertas de Radio 10. Allí hizo “Hoy domingo” y luego “El Puente”, mientras se lucía en “Sensación térmica” y “Política en vivo” en C5N, antes de que canal y dial llegaran a las manos de Cristobal López y fuera momento de dar el salto a La Red con “Empezando el día” y a América 24 con “Parte de la razón”, título con el que bautizó también al libro que escribió y presentó en 2012 en el CC Roberto Fontanarrosa de su ciudad natal.

Luis Novaresio comparte en su cuenta de Instagram las portadas de libros de Silvia Plager, Abelardo Castillo, Alan Pauls. “Yo no esperaba ser tan feliz con lo que hago, tiene que ver mucho con la lectura, con la literatura, con la curiosidad, con el esfuerzo”, confesó en alguna entrevista, género en el que más se lo ve a gusto cuando le toca ser quien formula las preguntas. Punto alto en su CV: la extensa entrevista que le concedió CFK luego de dos años de silencio total. ¿Incómoda? Sí. ¿Arriesgada? También. Pero exclusiva. E histórica. Novaresio construye rating: las puntadas las da con hilo.

Agarrado a los números impares —dice tener un toc—, es de Boca aunque el fútbol no le interesa en lo más mínimo. Le gusta el teatro y la música brasileña. Es de los hijos únicos que vivió su estrellato filial con incomodidad. Madre ama de casa y padre metalúrgico de la Fiat, en la ciudad de Torino, ambos inmigrantes piamonteses, Luis ve en la conformación de una familia un asunto impostergable. En pareja con el empresario inmobiliario Braulio Bauab, es parte de un trinomio coparental que incluye a Virginia Laino en la crianza de la pequeña Vera.

Fue columnista en el programa matinal de Pamela David, “Desayuno americano”. Condujo “Luis Novaresio Entrevista” y tomó la posta en “Animales Sueltos” cuando se alejó el también santafesino Alejandro Fantino. Columnista célebre de Infobae, está al frente de Novaresio 910, “Debo decir” y “Dicho esto” —¡qué matete!—. Con su costado progresista, y el carisma del muchacho como yo (que vive simplemente), hoy se lleva muy bien con el poder. Sobre ese filo ensaya un periodismo no maniqueo. A veces lo logra.