Como si fuera una burla del destino, el senador radical Martín “Guga” Lousteau pivotea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el binomio político que erosionó hace doce años cuando ideó y redactó la Resolución 125 que desató el conflicto entre el campo y el Gobierno. El adversario te da forma y los movimientos de Guga se aceleraron.

Alberto no cree en el destino. Por eso, la semana pasada se sentó a charlar con el senador en los sillines de Olivos con la excusa de suavizar el camino de la Reforma Judicial en el Congreso y, de paso, meter la cola en la interna de Juntos por el Cambio. Lousteau aspira a gestionar la Ciudad y milita en el grupo de moderados que busca posicionarse frente al avance de los ultras. Después de la protesta opositora del 17A, el reloj apremia.

Cristina tampoco cree en el destino. “¡Distancia reglamentaria!”, le advirtió cuando lo vio acercarse en en el recinto. Él le pidió varias veces que no lo tutee y le recordó que el uso del tapabocas rige para todos los mortales. La noche del debate de la Reforma Judicial denunció cambios a último momento en el dictamen. “Sinceramente, es muy difícil trabajar así”, resopló el ex ministro ante el micrófono. “Senador, van a votar en contra...”, le contestó hastiada, con el mismo pragmatismo peronista que usa cada vez que recuerda que fue él quien calculó mal los números que pusieron en crisis su primera presidencia. Transitan todas las sesiones con algún paso de comedia: el rencor perfectamente puede camuflarse como retórica parlamentaria.

Por supuesto que Lousteau, que se sienta a escuchar en Olivos y que después protesta en el Senado, tampoco cree en el destino. Juega para el radicalismo con pretensiones (de gobierno), mientras otro sector del partido lo mira con recelo y lo acusa de “poco orgánico”. No se inquieta.

El Dorian Gray de la política está por cumplir 50 años. Su carrera académica fue lineal: estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires, se recibió de economista en la Universidad de San Andrés e hizo un master en Ciencias Económicas en la London School of Economics.

Es inquieto. Fanático de Federer, trabajó como profesor de tenis en un club de Palermo y viajó a Pakistán tras el 11-S como corresponsal de la revista Planeta urbano y el diario La Razón.

Su carrera política, en cambio, obedece más al trazado de los rulos de su cabellera. Creció bajo el padrinazgo de Javier González Fraga. Fue presidente del Grupo Bapro y ministro de Producción de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de Felipe Solá y en 2007 asumió como ministro de Economía bajo el ala de Alberto, entonces Jefe de Gabinete. Duró poco: renunció en abril de 2008, en medio de la disputa por las retenciones móviles, con el país en llamas. Tras su salida, Alberto propuso aprovechar y derogar la medida. Fue literal: “Carguémosle el muerto a Lousteau”. Pero Cristina interpretó que eso podía ser tomado como un gesto de debilidad. El voto no positivo de Julio Cobos catalizó la crisis que llevó a la salida de Alberto del kirchnerismo.

Alejado de la política, Losteau viajó a Estados Unidos a estudiar en Yale y, en un pulmón de manzana de la municipalidad de New Haven, se casó con la actriz Carla Peterson, con quien tiene un hijo.

El economista se reinventó a la vera de la misma grieta que vio nacer. Fue electo diputado en 2013 en un armado con Elisa Carrió. En 2015, perdió el ballotage por la jefatura porteña con Rodríguez Larreta y, meses después, Macri lo sedujo (y lo sacó de juego) al asignarle la embajada en Washington. Con la guía espiritual de Enrique “Coti” Nosiglia, en 2017 se afilió al radicalismo y consiguió nuevamente una banca en Diputados. En las últimas elecciones se integró a Juntos por el Cambio y llegó al Senado.

[recomendado postid=116279]

El nuevo rulo de su carrera empieza en la Provincia de Buenos Aires, pero apunta al Obelisco. En octubre apoyará al intendente de San Isidro, Gustavo Posse, en la pelea por conducir la UCR bonaerense, en contra del ex vicegobernador Daniel Salvador y su candidato, Maximiliano Abad.

Cerca de Lousteau aseguran que en 2023 irá por la revancha en la Ciudad. Que Alberto lo reconozca como interlocutor es, por ahora, la carta que usa para advertir a Horacio Rodríguez Larreta. Dorian Gray no envejece, pero mira la hora.