La Negra Vilar, del arco de la Selección al corazón del engranaje peronista
Cuando la convocaron por primera vez para jugar como arquera en la Selección de handball, la diputada Daniela Vilar tenía 16 y, si entrenaba doble turno, sabía que le tocaba dormir la siesta en el piso de losa radiante del Cenard. En 2001, empezó a estudiar Ciencia Política en la UBA y como necesitaba trabajar, tuvo que dejar su lugar. En 2011 volvió pero el panorama de los deportistas de alto rendimiento había cambiado: apoyo económico, habitaciones para descansar y hasta un comedor que garantizaba los requerimientos proteicos. Atajó y festejó en esa Selección que clasificó por primera vez para un mundial.
Daniela “la Negra” Vilar plasmó en su cuerpo esa correspondencia entre su biografía y la historia de los últimos veinte años, y lleva su apodo como si fuera otro de los tatuajes que acumula en los brazos: un PV, un NV y una Eva custodiada por un colchón de flores no me olvides. Nació y creció en una casa a metros del Camino Negro en Lomas de Zamora con el empuje de una madre cabeza de familia y bajo la mirada de su abuelo verdulero (y peronista).
Hace dos meses, con su uniforme de barbijo, chupines y All Star, la Negra participó de la inauguración de un hospital modular en Lomas que reunió en un semicírculo al crisol del peronismo. El edificio fue bautizado Santiago “Beto” Carasatorre, en honor al mismo dirigente histórico del peronismo lomense que un día le dio la fórmula de la Coca Cola: “Nunca dejes de ser la nieta de un verdulero”.
Su presencia en la inauguración explicó cómo funciona el engranaje municipal. Además de ocupar una banca en el Congreso, es la referente de La Cámpora en Lomas y el nexo de la agrupación con el municipio que conduce Insaurralde, quien la eligió para acompañarlo en la mesa local de Argentina contra el Hambre, un espacio operativo que a ella le dio juego y llegada.
En febrero se casó con Federico Otermín, presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires y mano derecha de Insaurralde. Celebraron amor y política con una picada y baile en el Auditorio Sur. “Son el hambre y las ganas de comer”, definen a la pareja, una expresión que también sirve para explicar cómo funciona hoy esa parcela del peronismo. Cuando dejan de lado un rato la rosca, se divierten con la serie Godfather of Harlem.
Equilibrista entre el barro y la academia, Vilar tiene un posgrado en Desarrollo local sustentable y Economía social en FLACSO y en las tardes pandémicas tipea la tesis de Maestría en Políticas Públicas que cursó en San Andrés. También es investigadora de la Red Académica de Gobierno Abierto IDES-CONICET y co-autora del primer libro colaborativo en habla hispana sobre Gobierno Abierto. A fines de abril, su manejo del tema le permitió, como titular de la Comisión de Modernización, negociar con varios pesos pesados del Congreso, amasar las once propuestas y conseguir un dictamen que allanó el camino a las sesiones virtuales.
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Sigue con admiración el recorrido de Mayra Mendoza y trabaja con Máximo Kirchner en políticas ambientales con inclusión de cara a la pos pandemia. En uno de sus últimos discursos en el Congreso el dirigente “peronizó” un tema que pertenece históricamente a la agenda progresista: advirtió sobre la necesidad postpandémica de amigar el artículo 14 bis con el 41 de la CN, acercar los derechos laborales con los derechos a un ambiente sano.
Le gusta decir que es ciudadana de la República de Lomas, pero desde que su par radical Alfredo Cornejo ensayó el paso secesionista para Mendoza, se autocensura: “Me cagó el chiste”. Más allá del gag, defiende esa perspectiva desde el territorio y mira con interés la carrera de Alexandria Ocasio-Cortez y cómo se convirtió en la voz del Bronx en el Congreso.