Hay morales y Morales
Venía masticando bronca hace rato con eso de que Verbitsky lo llame el Trump de La Puna. Entonces Gerardo Morales aprovechó el último natalicio del periodista para tirarle con todo: “Que la pases BOMBA!!”, tuiteó. Antagonistas en el litigio que tiene en el centro a Milagro Sala, dicen que se pierde cuando habla del tema, que “ni con coaching lo controlan”. Y se le nota. “No la voy a indultar, prefiero que me peguen un tiro en la cabeza”, dijo refiriéndose a la líder de la Tupac Amaru hace poco menos de un año. Odio a cielo abierto en un territorio con leyes propias.
Como compensación de ese carácter indómito, Gerardo Rubén es contador público nacional por la Universidad Nacional de Jujuy. Culminaba su carrera cuando el alba traía la democracia alfonsinista y se entregó por completo a la militancia en los brazos de Franja Morada.
La misma agrupación universitaria que mucho después, cuando Morales se destacaba como uno de los radicales más devotos y al servicio del gobierno de Cambiemos, se levantó en repudio ante las detenciones ilegales que la policía provincial efectuó en la Facultad de Ciencias Agrarias.
En los '80 debe haber hecho bien las cosas porque para cuando la hiper arrasó con todo, él fue electo diputado provincial en la Legislatura, un cargo con el que se aquerenció y no dejó hasta el 2000.
Construyó poder como opositor durante los dos menematos hasta que Fernando De la Rúa lo nombró secretario de Desarrollo Social. La Alianza se estrelló por peso propio pero Gerardo Morales se eyectó a nivel nacional, haciéndose de una banca en el Senado entre el 2001 y el 2015. Es un tipo de tranco largo.
Entre tanto, el debilitamiento de la UCR lo conminó a reorganizar su fuerza, de la que fue presidente entre 2006 y 2009, con un punto álgido en su carrera junto al economista Roberto Lavagna. Para 2007, la concertación UNA se presentó para las elecciones presidenciales con un acto inaugural ante la belleza de Tilcara para salir en tercer puesto. Tras la derrota, Morales continuó su liderazgo en la Cámara alta frente al bloque de senadores radicales hasta el 2011.
Pero tenía la sangre en el ojo Gerardo Rubén por un asunto pendiente en la Tacita de Plata. Porque fueron tres los intentos —en el 93, 99 y 2003— de convertirse en gobernador y hasta que no lo logró, y rompió la mala racha radical en su tierra, no se calmó nada. Y lo hizo con Cambia Jujuy, en sincro político y espiritual con el florecer de Macri, en un romance que duró lo estricto porque más dulce es ser del oficialismo.
“El radicalismo no va a ser furgón de cola de nada”, dice hoy Morales, que desconoce el liderazgo del expresidente y logró renovar su cargo porque adelantó las elecciones.
De golpe porrazo, se bandeó para el lado del guitarrero Fernández, a quien conoce de la época en la que éste era JGM y con quien tiene muy buen diálogo. Las necesidades financieras —$2500 millones viajaron al distrito norteño en el marco del Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial— y la gestión sanitaria del Covid-19, los acercó todavía más, al punto que en las cadenas nacionales el Presidente se refiere al gobernador como “mi amigo”.
“Hice mi Barbijo Social Casero. Si yo pude, ¡vos también!”, escribió en sus redes el gobernador y se lució con un simpatiquísimo tutorial, hilo y aguja en mano, estilo Utilísima en deconstrucción. Esto fue antes de que la pandemia llevara casi al colapso su sistema de salud.
Gerardo Rubén nació en 1959. Es nieto de inmigrantes bolivianos, lo que no lo eximió de haber querido arancelar la asistencia médica a extranjeros no residentes, usted ya sabe, polémicas tiene de sobra.
En diciembre de 2018, Morales se casó en un ritual ancestral andino —¡como Milagro Sala!— con Tulia Snopek, hermana del senador peronista Guillermo Snopek (h) e impulsor de la intervención del Poder Judicial en la provincia. Un culebrón de intereses cruzados que parece guionado por Willy Shakespeare.