El eterno retorno se hace silbando bajito
Como quien no quiere la cosa, después de dieciséis años, volvió a entrar a la Rosada. Se comió un regio bife de chorizo junto a colegas empresarios y la cúpula masculina del Frente de Todos, y entre bocados compartieron preocupaciones sobre las urgencias de un Gobierno desorientado. Es un misterio si del almuerzo salió alguna cosita que nos mejore la vida a usted y a mí; hasta ahora solo “señales”, como repite el periodismo.
Nacionalizado argentino y autopercibido peronista, Francisco de Narváez Steuer nació en Bogotá en 1953, pero no fue hasta 1958 que su familia decidió radicarse en el país. Aquella fusión checa y colombiana, judía y cristiana, mercader y cafetera reeditó el modelo exitoso de las tiendas polirubro Te-Ta que los Steuer tenían en Praga antes de huir del nazismo para fundar en Sudamérica la memorable Casa Tía.
La semilla prendió rápido, tanto como el arraigo del pequeño Francisco, que vivía en el Kavanagh y hacía la primaria en el mítico Cardenal Newman. No era un “chico bien” sino un chico rico, una diferencia que no hizo mucha mella en la psiquis de quien hoy es dueño del Grupo De Narváez. A los 13 años, el joven fue enviado a Canadá para que hiciera el secundario en el liceo militar St. Andrew’s. Pero dos años antes de terminar, volvió de visita a Buenos Aires y se empacó. Terminó sus estudios a los ponchazos en el Juan XXIII de Belgrano. Por suerte, lo esperaba el negocio familiar.
A los 32 años llegó a director del grupo con la obsesión de transformar Casa Tía en una empresa moderna, management y coso. No le tembló el pulso cuando decidió rajar a miembros fundadores, empleados de más antigüedad o a uno de sus hermanos, Carlos. Con más de 60 sucursales en el país, en los estertores del menemismo vendió la empresa a The Exxel Group por un valor de 630 millones de dólares.
En vez de tirarse al sol del Caribe colombiano, un Francisco embrujado de curiosidad usó parte de esa fortuna para meterse ahí donde no sabía nada: la política. Hizo pie en el CIPPEC, fue alumno de historia de Carlos Pagni y aprendiz entusiasta de Grosso y Nosiglia. Guita por capital político, mediante ONGs, fue mecenas de Macri en el cambio de siglo y de Menem en 2003, gracias al desinteresado dueño de Infobae. En un revoleo, en 2004, se quedó con la SRA y el anhelo de convertir el predio de Palermo en un centro de eventos a todo trapo. El proyecto no se dio, ni con su exsocio de “Crecer y Creer” como jefe de Gobierno.
Por entonces, De Narváez ya sabía que su fuerza no iba a estar completa sin un medio desde donde “enunciarse”. Asociado al dueto Vila - Manzano, compró acciones en Ámbito Financiero, América TV y América 24. Unos años después, se adueñó de El Cronista, diario del que se deshizo el pasado junio por apenas seis millones de dólares.
Después de tantear todo el arco del peronismo -fue en 2005 y con la vencida Chiche Duhalde- que consiguió su banca de diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, el mismo año que apeló a su expertise empresario para viajar con Kirchner y su troupe reestructuradora a Europa para traer inversiones —mismo pack le ofrece hoy al nostálgico Fernández. En 2007, la ambición lo llevó a ser candidato a gobernador con Jorge Macri como vice pero fracasó, algo que se reiteró en 2011 pero con Alfonsín Jr. como compañero de fórmula.
Todo muy lindo, pero a De Narváez se lo recuerda por su hazaña de las legislativas del 2009. Aliado con Macri y un Solá despechado —con el basadísimo “mapa de la inseguridad” como estandarte—, ganó la PBA. Francisco renovó su banca, sí, pero hirió de gravedad al kirchnerismo y llevó a Néstor a la dimisión como presidente del PJ, una herida que doce años después da por cicatrizada, un vicio ese de ser juez y parte.
En 2015 se borró de la política y en 2021 volvió a escena en forma de supermercadista. Francisco compró la filial local de Walmart —con sus casi 9.400 empleados en 92 sucursales— para convertirla en ChangoMás. Completan el cuadro algunas cuentas offshore, aumentos siderales de patrimonio y otros detalles. “Si se concentrara en extremo, podría caminar sobre brasas”, “es fan de la música de Alejandro Lerner”. Perlas como esas, y otras menos irónicas, regala Andrés Fidanza en Él o vos.