Además de las conocidas y muy debatidas encuestas de intención de voto que se publican día a día de cara a la contienda electoral, las consultoras realizan estudios “cualitativos”, como los focus group, orientados a entender la percepción que el electorado tiene de los candidatos. Los resultados que arrojan este tipo de estudios preocupan a más de un asesor y, a pocos meses de las PASO, una hipótesis sobrevuela el escenario de batalla: la elección se dirime por el rechazo y no por la aceptación.

Se trata de un fenómeno que es puramente local. Donald Trump en Estados Unidos ganó la elección presidencial siendo rechazado por más de la mitad del electorado, pero su contrincante, Hillary Clinton, era aún más resistida. En Europa también sucede a menudo que un candidato no logra cosechar la aceptación de al menos la mitad de los votantes (lo voten a este o no, ya que se trata de si la valoración es positiva o negativa), y por eso se necesitan amplias coaliciones para construir poder.

El dilema del mal menor: ningún candidato presidencial tiene más aceptación que rechazo

La única dirigente que tiene una aceptación considerable es María Eugenia Vidal, que será candidata a gobernadora de la Provincia en una elección que se le complicará debido a que su nombre va pegado al de Macri.

Los estudios de ciencia política reflejan que, al asistir a las urnas, los votantes eligen -en casi todos los casos- por el cargo de mayor jerarquía, es decir, el presidente. Ante ese escenario, la actual gobernadora necesitará de un importante corte de boleta (casi el doble al que obtuvo en el récord de 2015) en su favor, si es que los números de Macri no mejoran un poco.

De todos modos, el Gobierno está decidido a volcar unos cuantos miles de millones de pesos en las calles para buscar la reelección de Macri. Se considera incluso que, en medio del ajuste que pide el FMI para llegar al déficit cero (que será muy difícil de cumplir), los salarios le empatarán este año a la inflación, que será menor -no mucho- a la del 2018.