En teoría tendría que haber delegado la escritura de esta nota, pero por cuestiones de decoro, preferí hacerla yo mismo antes que someter a un tercero inocente a un posible suplicio. 

Este lunes 6 de mayo de 2019 finalmente hice pie en la Feria del Libro para presentar un trabajo escrito por mí: Te odio, anatomía de la sociedad argentina. La sola idea de tener que dar la charla en una sala de la Feria un lunes a la noche despertó todos los fantasmas de la neurosis. Picó en punta el "no va a venir nadie" hasta el clásico "seguro me da un ataque en medio de la charla". Por suerte, la compañía de amigos de fierro entre el público y el aguante de Hugo Alconada Mon hicieron el resto. Algún día se tendrá que escribir sobre la generosidad de los periodistas realmente grandes en lo suyo, pero por lo pronto disfruté de tener al gran Hugo entrevistándome delante de una sala Adolfo Bioy Casares completa y en infracción: un cartel en la puerta rezaba que agotada la capacidad de asientos, se cerraría la puerta; pero por suerte nadie lo leyó. 

Don Hugo inició la charla demostrándome una vez más por qué no me dedico al periodismo de investigación: preguntó con una memoria meticulosa que incluyó número de página y todo. Como corresponde a la temática del libro, la charla fluyó entre estereotipos, mitos que nos hemos construído sobre la migración de nuestros ancestros y que utilizamos para ponderar una migración por sobre otras más recientes, discriminaciones varias, rebeldías sobreactuadas, la corrección política de los que se definen incorrectos, prejuicios de orientación sexual, el liberalismo a la Argentina –ese que es conservador en todo pero no quiere pagar impuestos–, y demás cosas que provocarían caras malhumoradas en cualquier sobremesa familiar. 

Luego se abordaron cuestiones que tienen que ver ya con la paciencia del argentino promedio. Podemos decir "yo no", pero vamos, que hablamos de una generalidad. Alconada Mon hizo una pregunta bien incómoda: ¿Qué pasaría si un presidente propone sudor y lágrimas durante toda una generación para que la siguiente viva mucho mejor que nosotros? La respuesta ya la sabemos todos y es bien incómoda. Soluciones mágicas, todo de todo y un poco de màs y ya. 

Incluso el propio Alconada Mon ha sido víctima en más de una ocasión de alguna actitud de desprecio, deseos de muerte súbita o alguna enfermedad incurable. Y probablemente haya sido en el transcurso de lo que me llevó escribir esta nota. Sin embargo, no le corremos las nalgas a las jeringas y a la hora de hacer la autocrítica hacia el periodismo, allí estamos, no hablando de otros, sino en la primera persona del plural. Se sabe lo que se vive, se sabe con lo que se trabaja, y el mundo es chico y nos conocemos demasiado como para saber que alguien actúa con buena o mala fe. Podríamos haber abordado durante horas el factor "periodístico" en el clima de odio, pero eso sería negar lo innegable: hay personas que ya critican sólo por los títulos sin leer, hay personas que no consumen un sólo medio, y hay personas que consumen, se informan y así y todo no están de acuerdo. Al igual que en cualquier sector de la vida: los que nos odiarán hagamos o dejemos de hacer cualquier cosa, los que nos odian sin conocernos y los que entienden que del otro lado hay otro ser humano con historias, mochilas, educación y experiencias iguales y diferentes a las nuestras. Algo así como si tuviéramos empatía, de vez en cuando, antes de hacer pomada a otro. 

La Feria del Libro en sí significa casi todo para mí, de hecho es una de las pocas tradiciones que mantengo desde la infancia. El evento en sí fue el apéndice perfecto al libro, una forma de resolver un concepto que pinta a una sociedad que odia: conocidos y desconocidos que se reunen para escuchar sin agredir. Sujetos que se toman el tiempo de acomodar la agenda para ir a charlar con alguien. Levantaba la vista y veía a colegas, amigos de toda la vida, gente solidaria de esas que nos hacen sentir chiquititos y una masa de rostros nuevos. Todos con buena onda y apostaría plata que todos y cada uno de ellos tiene algo en lo que no coincide, pero no convierte ese algo en un todo que hace merecer la muerte de quien lo haya dicho. Personas reales en un mundo real. Casi un viaje en el tiempo. 

No estuvieron todos los que quise que estuvieran (siempre se notan algunas ausencias) pero quise a todos los que estuvieron. Y eso vale mucho. A todos: gracias.