Carrió fijó, así, los límites "ideológicos" de su pertenencia a Cambiemos y marcó distancia del discurso de mano dura de Bullrich, al que calificó abiertamente de fascista. Fue, en realidad, un mensaje a Macri: en Argentina no hay lugar para para un Bolsonaro ni para parecerse a él, aunque una parte del electorado (que es marginal pero se identifica mayoritariamente con el PRO) lo reclame.

Pero la reacción tiene, también, otro trasfondo: la vicepresidencia. Después del G20, que el Gobierno definió como un "éxito", la ministra de Seguridad empezó a sonar como posible compañera de fórmula de Mauricio Macri el año que viene. La funcionaria es una de las de más alta imagen positiva y tanto su discurso como su accionar encajan en el nuevo "paradigma" regional, encarnado en la figura del presidente electo de Brasil.

La líder de la CC-Ari, aclarando que no tiene aspiraciones políticas, salió a bloquear esa posibilidad. Según su círculo, una "derechización" de Cambiemos tiene doble filo: podría recuperar o apuntalar al electorado propio desilusionado por la situación económica, pero podría también catalizar la unidad de la oposición, ya no solo del kirchnerismo y el PJ "alternativo" sino de ambos espacios con la izquierda, cuyo caudal de votos podrá ser escaso en la elección general, pero clave en la inevitable segunda vuelta.