El triunfo de Joe Biden en las elecciones a presidente de Estados Unidos parece no haber llevado calma a un país profundamente atravesado por la polarización. Por un lado, el rechazo de Donald Trump a reconocer la derrota y la utilización del aparato del Estado para obstruir el comienzo del proceso de transición implican una crisis institucional inédita para Washington.

Pero, agregado a ese aspecto -para nada menor-, el Partido Demócrata atraviesa uno de sus conflictos internos más importantes con una confrontación abierta entre el ala moderada y el ala izquierda surgida en los últimos años por los resultados en la Cámara de Representantes. Allí, si bien pudieron ratificar su mayoría, los republicanos lograron reducir sensiblemente la diferencia de bancas.

Frente a esto, rápidamente representantes de la Cámara identificados con los sectores más conservadores del partido como Hakeem Jeffries preguntaron en una reunión interna si "queremos gobernar o queremos ser famosos en internet".

El dardo estaba claramente dirigido a Alexandria Ocasio-Cortez, la figura emblema de la nueva camada del Partido Demócrata que amenaza a su histórica dirección. La representante por el distrito de Nueva York (e integrante de la organización Democratic Socialist for America -DSA-), no tardó en responder: "Resulta asombroso que algunos dems no crean que sea posible gobernar y ser políticamente popular al mismo tiempo". También acusó a los líderes partidarios de "estar cegados por una mirada anti-activista".

Uno de los mayores debates que cruza a ambos sectores es la discusión por el financimiento de la policía. En el país del Black Lives Matters, con movilizaciones desde mayo contra la violencia policíal, el tema se ubica en el centro del debate.

Los DSA, además, apoyaron en las primarias a la candidatura de Bernie Sanders, un senador por Vermont con un programa mucho más radical que la Dirección nacional partidaria.

Por otro lado, el problema de la renovación generacional dentro del PD quedó en evidencia en forma más cruda al ver que el próximo mandatario tendrá 78 años, el líder del bloque en el Senado 70 y la presidente de la Cámara, 80. Es, sin duda, una expresión de las dificultades para sortear el cambio fronteras adentro.

La designación de Kamala Harris como compañera de fórmula de Biden y que será la primera vicepresidenta mujer de la historia fue una manera de atenuar esta situación. Sin embargo, Harris se encuentra del centro a la derecha del partido y en gran medida representa una vertiente opuesta a Ocasio-Cortez y "The Squad" (el bloque parlamentario que compone junto a Ilhan Omar de Minnesota, Ayanna Pressley de Massachusetts y Rashida Tlaib de Michigan).

La agudización de la interna partidaria es la peor noticia que podría tener Biden que debe enfrentar el bloqueo institucional de un partido republicano encolumnado detrás de Trump y con casi segura mayoría en el Senado.

El tema, además, afectará un posible gabinete del mandatario electo como ya se vio en la impugnación del ala izquierda a la designación de Rahm Emanuel, exalcalde de Chicado y jefe de gabinete de Obama, en la nueva administración. "No debería jugar un papel en el futuro del partido", aseguró AOC.

Así las cosas, Biden se prepara para un mandato complejo que requerirá de una gran capacidad para alcanzar acuerdos, no sólo con la oposición, sino al interior de su propio partido. Para empezar a ordenar, el presidente electo ya definió a su jefe de gabinete: Ron Klain, un funcionario de larga trayectoria que colaboró con distintas administraciones.