La pandemia del coronavirus desató una crisis sanitaria inédita a nivel mundial y puso en riesgo, en especial, a los adultos mayores. La cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno nacional alteró los hábitos de todas las actividades socioeconómicas y las residencias para ancianos no fueron ajenas a la problemática. Por el contrario, debieron modificar radicalmente su dinámica diaria, en pos de velar por la salud de quienes más expuestos están frente a la diseminación de la enfermedad.

El Canciller se comunicó con un geriátrico ubicado en el barrio de Caballito (CABA), que actualmente alberga a 17 abuelas. Desde la dirección de la residencia determinaron hace dos semanas prohibir las visitas de familiares y amigos -antes irrestrictas- y el ingreso de todo el personal ordinario, a excepción de las asistentes. Para ellas, las prevenciones en higiene son extremas.

Sin visitas y con cuidados extremos: la nueva dinámica de los geriátricos

"Las asistentes están viniendo con su ropa desde su casa. Cuando llegan al geriátrico, ponen todo en una bolsa plástica, que después se tira cuando se vuelven a cambiar. En esas bolsas que nos facilitaron los dueños se incluye hasta el calzado. Para trabajar, se visten con los ambos. En caso de que falte alguna necesidad indispensable, una de las asistentes se coloca un barbijo y utiliza una tercera vestimenta para salir a comprar. Luego se la sacan y también se lava", cuenta Eva, gerenta del establecimiento.

"El hijo de la dueña se encarga de acercarnos, con su auto, el pan y los alimentos básicos. Los deja en la puerta y se va. Al lugar no ingresa nadie, ni siquiera un médico. Sólo les permito la entrada a las empleadas. Los medicamentos también los recibo yo en la calle. Utilizo guantes y los desinfecto con rociador y alcohol en gel, mismo procedimiento que aplicamos a barandas y picaportes", explica.

Desde que se creó, hace 25 años, el geriátrico nunca había impuesto límite alguno a las visitas que constantemente recibían sus clientes. 15 días atrás, el hogar cerró sus puertas. En sintonía con la coyuntura global, implementaron videollamadas para conectar a las ancianas con sus familias. Si bien costó que ambas partes lo entendieran, las únicas personas que ingresan a la institución a lo largo del día son las 9 asistentes (tres por cada turno laboral, de 8 horas cada uno).

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Médicos, nutricionistas, musicoterapeutas, psicólogos, podólogas ya no aparecen en la residencia. Las asistentes suplantan todas esas actividades como pueden, con charlas, películas o juegos de mesa.

"Desde que entramos al lugar, no salimos para nada hasta que termina nuestro horario. Si las abuelas se tienen que bañar o limpiar, utilizan toallas descartables y luego se les dispensa alcohol en gel. Cuando llego a mi casa, me saco el calzado y voy directo a bañarme. Antes de saludar a mi familia, dejo toda la ropa para lavar", detalla Mariana, quien trabaja allí entre las 14:00 y las 22:00.

"La única que sale de casa en mi familia soy yo. Todos están sin trabajar, por lo que yo me encargo de hacer las compras y todos los mandados. Es una medida adicional de protección a las abuelas", cierra.