En muy poco tiempo, Pedro Rosemblat, conocido internacionalmente por el gran público como “El Cadete de Navarro”, o como Pepe, para sus amigos, pasó de trajinar las escalinatas de la Facultad de Derecho a llenar teatros de toda la Costa Atlántica. Cuenta su sueño de ser parte de la constelación nacional y popular de estrellas del humor argentino, de esas figuras que se superponen en los ploteos de las pizzerías.

A sus 28 años se considera parte de una generación que todavía está aprendiendo: por eso respeta a quienes desarrollan su mismo oficio, más allá de su intención y su mirada política.

Seguirá haciendo teatro; Rosario, Córdoba, el interior del país. Vuelve el 6 de marzo con Total Interferencia el programa de radio que conduce en Futurock, de 18 a 19 horas. Y sigue, claro, con el proyecto digital que encabeza Roberto Navarro. Pero pasen y conozcan un poco más de la vida de este hombrecillo amable y simpático que se ganó el corazón de un colectivo de señoras.

—De estudiante de derecho a llenar teatros en San Clemente. ¿En algún momento te cae la ficha y decís "qué estoy haciendo"?

—Cuando tomé la decisión de abandonar la carrera implicaba una decisión mayor: puedo vivir de esto. Y esto es el humor político. Mi primera experiencia fue El Pibe Trosko en Twitter, cuenta que me abrió la posibilidad de trabajar en los medios. Estuve uno o dos años con una pata en cada lado yendo a la mañana a Radio Nacional y a la tarde a la Facultad de Derecho. Cuando asume Mauricio Macri todavía me faltaba para recibirme y me llegó una propuesta de Daniel Tognetti en Radio Del Plata. La acepté, no me anoté en la carrera y a mitad de año, cuando me llamó Roberto Navarro, empecé con lo de El Cadete, que al poco tiempo despegó. La decisión final la tomé cuando subí a un escenario y descubrí que era lo que más me gustaba hacer en el mundo; lo que más disfruté de todos los trabajos que tuve. Fue en el Caras y Caretas. Después, en abril, estuve en el Roma de Avellaneda, en mayo estuve en el Liceo, después volví al Roma y también estuve en La Plata... y la verdad es que no hay nada que disfrute más que subirme a un escenario.

—Vos no estudiaste actuación y de repente te diste cuenta que lo que más disfrutás en el mundo es estar arriba de un escenario, ¡pero te pasa recién cuando ya estás arriba!

—Total, probablemente si lo buscaba hubiera sucedido de otra manera. Pasó justamente por una cuota de inconciencia y caradurismo que yo tengo para encarar mis trabajos. Si me hubiera preparado mucho quizás nunca lo hubiera hecho. De hecho, nunca estuve preparado. Más si me comparás con los que sí lo hicieron. Pero, bueno, lo hice una vez, funcionó, la gente se rió; lo hice dos, tres veces y a partir de ahí me empecé a reconocer como esto y empecé a tratar de mejorar, de aprender. No te digo que estudio teatro, pero miro la mayor cantidad de referencias posibles, trato de sacar cosas de otros artistas y ya me siento parte de ese colectivo: me siento parte de la cultura argentina.

—¿Tu familia era de veranear en la Costa?

—En Villa Gesell, algunos veranos en Mar del Plata. Recuerdo haber ido a ver a Corona, a Artaza y Cherutti. Sí. Mi viejo es director de teatro y me llevó mucho cuando era chico. Pero no al teatro de revistas.

—¿Te pasó como, no sé, Ricardo Darín, que se crío entre bambalinas?

—Sería mentira decir que me crié en los pasillos de los teatros. Me crié en el living de mi casa mirando la tele, la verdad. Seguro lo mamé más que la inmensa mayoría de los niños porque, sí, mi viejo dirigía obras y yo iba a su camarín. Ahora me dirige a mí. No te diría que me crié entre bambalinas porque es meterle un humo que no es cierto. Sí, me tuvo en andas Alfredo Alcón. No, no pasó. No es cierto. Pero no quería ser actor, yo siempre quise ser abogado.

—Por lo general la gente quiere ser actor y termina siendo abogada. ¡Vos siempre quisiste ser un letrado y terminaste llenando teatros!

—Sí. Yo quería ser abogado y terminé haciendo esto. Tampoco soy periodista, no me interesa. No trabajo con información, no me importa si lo que digo es cierto, no chequeo nada, no tengo fuentes.

—Pero lo primero que hacés en los medios es con los chicos de El Fin de la Metáfora. ¿Cómo terminás haciendo humor rodeado de periodistas si no querías ser actor ni periodista?

—Porque en esos momentos hubo un límite muy difuso entre la política, los medios, la comunicación y terminamos todos en lugares similares, sólo que cada uno vino de espacios distintos y apuntando a cosas distintas. Con Iván [Schargrodsky] siempre apuntamos a cosas distintas y trabajamos mucho tiempo juntos. No creo que mi análisis político sea digno de ser escuchado, ni que tenga una verdad revelada. Yo hago chistes con el análisis de otros, por lo general. Desde el humor opinás, pero no me interesa la solemnidad. El Cadete surge a partir de dos derrotas electorales que a mí me marcaron mucho. Que me hicieron tomarme menos en serio. Hasta el día anterior a las elecciones de octubre pensaba que ganaba Aníbal, estaba convencido. Y que ganaba Scioli en primera vuelta. No pasó. Y ahí uno dice, bueno, no entiendo mucho de esto, digamos. Me gusta, participo. No quería formar parte del escuadrón de los que "saben" con el diario del lunes y no pegan nunca ningún análisis. Y hago lo que me sale, desde la ironía y desde el chiste. Me gusta el lugar del cómico.

—El humor es otra cosa...

Fui a ver a Fátima Florez pero no te escucho a Lanata. Se viste de Cristina y hace chistes. No la odio, yo qué sé. No me despierta lo mismo Longobardi que Rolo Villar. Aunque piensen igual, aunque defiendan lo mismo. A mí Rolo Villar me parece un capo, qué querés que te diga. Labura en la radio, hace algo que quiero hacer y en lo cual es mejor que yo. Nuestra generación, la que viene a jubilar a todos esos, tenemos que asumir nuestras propias limitaciones. Pero yo estoy ubicado en un lado, no soy neutral, se me nota eso, no la careteo, soy auténtico. Entre El Cadete y Pepe no hay una gran diferencia.

—Y a los que ostentan poder, por lo general, les jode más un chiste bien dado que una investigación periodística...

—Salvo que la investigación sea profunda y filosa, creo que sí. En Cambiemos tienen sus propias internas y te usan. Yo me dejo operar con gusto. No me interesa si lo que dicen es cierto o no. Con tal de pegarle a un funcionario agarro cualquier cosa. Por ejemplo, hago mucha referencia a un tema de Patricia Bullrich con el alcoholismo. No es que Bullrich tenga problemas con el alcoholismo, yo sé que ella no es borracha. Si fuera alcohólica no haría chistes. Pero me valgo de eso para mostrar el costado más desaforado del Gobierno. Su faceta desbordada, porque el borracho es justamente eso: habla sin importarle si queda bien o mal. Y Patricia es un poco, bueno, la que tenemos que hacer es esta y la hacemos.

Rosemblat: "Quiero formar parte del cuadro de Los Inmortales”.

—¿Alguien se te enojó de verdad?

—Una vez publiqué un tweet de Nicolás Dujovne trucho, cuando lo nombran ministro de Economía. Y llevé ese día a lo de Navarro los tweet de Dujovne y los mechaba: algunos reales con algunos de mentira, que había hecho yo. Uno era “Combata el hambre y la pobreza: cómase a un pobre. Nicolás Dujovne”. Y circuló mucho como propio. Porque alguien le sacó captura de pantalla a la imagen de C5N y lo giró. Lo citaron en el Congreso para que dé explicaciones por ese tweet. Y a mí me sugirieron que aclare que no era cierto y no lo hice. Si es cierto o no, no me importa. Lo que importa es que pudo haber sido cierto. Porque no twitteó eso, pero sí algo parecido.

—Claro porque, así como vos no pensaste en ser actor, Dujovne nunca...

—¡Nunca pensó en ser ministro de Economía, claro! Por eso twitteaba así.

—¡Qué se puede esperar de alguien que va en camisa de vestir manga larga a la playa! A propósito, este verano también te pasó de haber aparecido en las revistas del corazón, veraneando, en la playa, junto al mar, con tu chica, ¿cómo te llevás con eso?

—Fue más por mi novia (la actriz Carla Quevedo) que por mí. De mi intimidad no soy receloso porque la verdad es que lo que me expresan en la calle mayormente es cariño. Uno no puede pretender que llegue la exposición sin todo lo que con ello conlleva. El mundo de la farándula a mí igual no me interesa; sí el universo de la cultura popular argentina. Y por eso yo me represento principalmente con los referentes de acá y los admiro mucho, aunque no me guste tanto lo que hagan: Tato Bores, Pinti, Olmedo. Yo quiero formar parte del cuadro de Los Inmortales, la pizzería.

Cuestionario flotante

1) ¿Qué cosa te olvidás de comprar cuando vas al supermercado?

—Bolsas de residuos, siempre, y artículos de limpieza.

2) Una ensalada ideal para acompañar el bife.

—Mixta: tomate, lechuga y cebolla.

3) ¿En qué juzgado te gustaría que caiga una causa tuya?

—Y que caiga en el despacho Bonadio asi puedo alegar otra intencionalidad más allá del delito.

4) ¿Tu macrista favorito?

—Larreta, porque tiene gran capacidad de trabajo.

5) Netflix, serie o película...

—Empecé a ver Peaky Blinders y me aburrió. ¿Una que recomiende? Es terrible lo que te voy a decir pero cada vez que abro Netflix termino viendo Los Simuladores.

6) Un club de fútbol del que sos hincha en Uruguay.

—Peñarol, obviamente.

7) ¿Qué personaje de Los Simpsons te llevarías a una isla desierta?

—Pienso que si caigo con el vendedor de monorrieles salimos al toque.

8) Algo que hayas aprendido recientemente, un dato que esté bueno para tirar en un asado y quedar como un campeón.

—En el verano del 87 a Olmedo lo fueron a ver 100.000 personas al teatro.

9) ¿Si existiera algo así como el placer culposo el tuyo cuál sería?

—El disco Chapusongs de Árbol, todavía me gusta mucho, Y todos los programas tipo reality como Escuela para Maridos o Escuela para Suegras.

10) ¿Cuál es el emoji que más usás?

—Uso mucho dos, el de la carita pensando y el de los ojitos para arriba.