Hace tan solo dos meses escribíamos sobre la evaluación que el FMI hacía del cumplimiento de metas del programa que tiene Argentina con el organismo para el primer trimestre del año. Decíamos que al buen alumno se lo felicitaba, pero al mismo tiempo se revisaban a la baja las proyecciones de crecimiento y al alza las de inflación. En ese momento, la corrección llevaba la inflación de 2019 a un proyectado de 40,2%. Pasados estos dos meses, tras las PASO y en medios de los rumores y trascendidos de las reuniones de una nueva misión del Fondo, es tan solo un sueño pensar que la inflación bajará del 50%, mientras que el salario real caerá nuevamente y la economía se achicará más de lo previsto. 

En este sentido, las dudas que se establecen sobre los desembolsos pendientes abren preguntas a problemas mayores. Si el FMI decidiese no desembolsar (hecho de baja probabilidad a juicio de quien escribe) entonces estaría dejando caer a la Argentina que hasta hace cinco minutos proyectaba recuperándose. No solo sería un fracaso para nuestra economía (que ya ha fracasado en este proceso: el 35% de pobreza, el 10,1% de desocupación y el 50% de inflación así lo indican), sino también del Fondo Monetario, institución que por evitar “la vuelta del populismo”, terminó financiando una populista fuga de divisas financiada con reservas prestadas.