Búsqueda de consensos con una oposición selecta, acuerdos con el Fondo Monetario Internacional para que permita al Banco Central intervenir en la cotizaciòn del dòlar cuando la situación lo amerite, flexibilización bancaria para captar pesos a fuerza de competencia en tasas de interés de los plazos fijos. Y todo para que la cotización internacional del barril de crudo ponga todo en riesgo. 

YPF es un dolor de cabeza para el Gobierno de Mauricio Macri desde que asumió. La intención de normalizar el mecanismo de cotización del barril de crudo, congelado durante la gestión Kicillof en el ministerio de Economía, fue una señal necesaria para atraer inversiones, máxime en un país que posee un yacimiento del tamaño de Vaca Muerta en el sur. La medida, de lógica internacional, se convirtió en uno de los mayores factores de presión inflacionaria de la gestión Cambiemos, movilizada por una inestabilidad cambiaria que pareciera retroceder sólo para tomar impulso al alza. 

Durante 2016 los combustibles registraron un alza de 31.3 por ciento, mientras que en 2017 la suba llegó al 32.6 por ciento. Para noviembre de 2018, el incremento interanual promedio del país había llegado al 74,4 por ciento, con picos que superaban el 80 por ciento en regiones patagónicas. ¿Qué había pasado en el medio? La liberación de los precios del combustible implica atar la mayor parte de su costo a la materia prima, el petróleo, cuya cotización es en dólares y a precios internacionales. Recordar que 2018 inició con un tipo de cambio 18.76 y cerró el año 107% arriba en su cotización explica por sí solo el impacto de la dinámica cambiaria en el precio de los combustibles. 

Por decantación, el impacto en la inflación de los combustibles es prácticamente directo: los vehículos que llevan la leche del tambo a la planta, de la planta a la distribuidora y de la distribuidora a los supermercados, funcionan a combustibles fósiles. 

A lo largo de 2019 los combustibles han registrado cuatro aumentos, siendo el último un amague, dado que algunas empresas decidieron tirar para atrás el aumento, en atención a la movilidad del dólar y la baja en la cotización del petróleo. Pero a todos estos factores hay que sumarle el ítem mano de obra: los petroleros lograron cerrar quizá la mejor paritaria de todos los sectores en los últimos años. YPF, por ejemplo, firmó por el 59,5 por ciento de recomposición salarial. ¿El costo? Otro 5 por ciento de aumento proyectado para el mes de mayo en toda la línea de combustibles. Fueron piadosos: estiman que el aumento debería ser del 20% para recuperar. 

Con este panorama por delante, el Gobierno trabaja full time para lograr un nuevo pacto de caballeros con los principales productores, a pesar del agravante de ser la propia YPF la que suscribió el acuerdo paritario y la que busca aumentar sus precios de surtidor. Razones no faltan al gobierno: luego de un 4,7% de inflación en marzo y un 4% proyectado para el mes de abril, esperaban registrar una baja aún más sensible durante mayo. Planes que se cruzan con los de las petroleras.