“Hoy caí en mi propia trampa, probé mi propia medicina, me acerqué demasiado al sol y mis alas se quemaron y caí”, escribía Andres Calamaro en su Honestidad Brutal de 1999. Las alas del Banco Central parecieran ver recortado su plumaje desde aquella conferencia de prensa de cambio de metas de inflación el 28 de diciembre de 2017. El relajamiento de la política monetaria, depreciación del dólar e incrementos tarifarios dieron marco al más notorio traspié de la estrategia antiinflacionaria del gobierno, plasmado en el 2,3% de incremento mostrado por el IPC de marzo.

Con la mirada puesta en contener la suba generalizada de precios, la semana pasada Sturzenegger indicó la posibilidad de endurecer la política de tasas en caso de que no mengue la inflación. Si bien se mostró optimista dado que los shocks tarifarios serán menores y esto se verá reflejado en la evolución del IPC a partir de Mayo, dejó abierta esa puerta. 

En la misma línea de cuidar que no se escapen los precios, la contención del tipo de cambio a través de intervenciones del BCRA es una herramienta en boga. Entre lunes y martes de esta semana se sacrificaron USD 600 MM de reservas para contener el precio del dólar y, al momento de escribir esta nota, en lo que va del miércoles fueron USD 800 MM los colocados en plaza para que no se escape el billete verde. Es difícil que un proceso de desinflación no tenga algo de apreciación cambiaria, dado que incrementos en el tipo de cambio tienen efectos inflacionarios; las subas de insumos y bienes intermedios en dólares se trasladan a precios, sin contar la influencia de los movimientos del dólar en las expectativas de los agentes (para ilustrar con memoria reciente, pensemos en 2014, 2016 y los últimos meses).

Pero, ¿qué es lo que hoy está presionando al dólar? Fundamentalmente, el contexto internacional. Lo que la directora del FMI, Christine Lagarde, ha sintetizado recientemente como “nubarrones” en el panorama económico mundial; la combinación de altos niveles de deuda, vulnerabilidad financiera ante cambios bruscos del mercado y las amenazas a la cooperación internacional que la incipiente “guerra comercial” entre China y Estados Unidos  propone. Un escenario en que la tasa de interés internacional tiende a elevarse, como pudo verificarse en los bonos del tesoro norteamericano a 10 años esta semana. Es decir, se encarece el financiamiento en dólares y, a la vez, los inversionistas se desprenden de activos de países emergentes, migrando hacia activos de “mayor calidad”.

Atentos a esto, en los mercados de países emergentes como Brasil o México se han verificado depreciaciones en el tipo de cambio estos días. En Argentina, repetimos, ante estas presiones se intervino en el mercado de cambios para contener al dólar, sacrificando casi USD 1400 MM de reservas esta semana. Por supuesto, esto no es sostenible en el tiempo si es que los nubarrones internacionales demuestran no ser algo pasajero. Pero los objetivos locales de contención de la inflación ponen al BCRA en la disyuntiva de continuar interviniendo para frenar el dólar o subir aún más la tasa de interés. Afuera llueve, pero las goteras que tenemos adentro no tienen estrictamente que ver con la lluvia.

En este marco, empantanarse en la propia trampa de intervención cambiaria puede acumular tensiones en las cuentas externas, favoreciendo un atraso del tipo de cambio que pone al desnudo la manta corta de la política monetaria local.