El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) anunció este martes que la inflación de junio fue de 3,7%. De esta manera, el aumento de precios del sexto mes del 2018 fue el más elevado de los últimos dos años. Al mismo tiempo, desde que Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada, la inflación acumulada asciende al 85%. Una dupla de ministros de Economía, otra de presidentes del Banco Central y varias intervenciones del ala política configuran este espiral inflacionario que el Presidente definió en su campaña como "el problema más fácil de resolver".

Luego de asumir en diciembre 2015, Macri anunció que comenzaría una batalla contra la inflación que llevaría a la misma a un dígito para diciembre de 2018. Ese año, el aumento de precios anual fue de 26,9% (la cifra era calcuada por consultoras privadas, ya que el Indec de la era kirchnerista había dejado de publicar el dato). De todos modos, según remarcaba el nuevo Gobierno, el número escondía una inflación mucho mayor que se escondía detrás de los subsidios a las tarifas y un sistema de control de precios, en complemento con el cepo cambiario que fijaba el precio del dólar.

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El primer paso del Gobierno fue desactivar la batería de medidas que utilizó el kicherismo para controlar a los precios que, según funcionarios del nuevo oficialismo, eran "una bomba a punto de explotar". El comienzo del reequilibro tarifario y del freno a algunos controles de precios, sumados a la salida del cepo cambiario, configuraron una espiral inflacionaria que ascendió al 40,9%, habiendo meses en los que los precios crecieron más de 5%.

A pesar de la alta inflación, el Gobierno sostenía, y los datos lo corroboraban, que la inflación estaba descendiendo: concrétamente, el promedio de inflación del primer semestre casi duplicaba al del segundo (en agosto de 2016, de hecho, la inflación fue de apenas 0,5%). Por diferencias con el entonces titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, y algunas molestias del poder ejecutivo, Macri le pidió la renuncia a Alfonso Prat Gay en diciembre de 2016. A partir de ahí, con Sturzenegger a la cabeza, el oficialismo encaró un plan de metas de inflación que, a pesar de sobrepasar por casi ocho puntos la meta oficial, mostró una tendencia a la baja (la inflación núcleo, que no tenía en cuenta los aumentos en las tarifas, era significativamente menor que la del año anterior.

De esta manera, el año electoral de 2017 mostró una leve recuperación de los salarios por sobre el aumento de los precios. Al mismo tiempo, en ese año, la economía argentina creció 2,7% gracias a las inyecciones del Poder Ejecutivo en la obra pública y el buen rendimiento del sector agropecuario. A fines de ese año, con el envión de una victoria electoral en casi todo el país, Sturzenegger cedió el mando de la política monetaria y, desde la vicejefatura de Gabinete, Mario Quintana flexibilizó las metas de inflación. El resultado ya es conocido: la inflación parcial de 2018 -por ahora- no solo duplicará a la meta del 15%, sino que además será más alta que 30% y, por ende, que la del año anterior.

En suma, el Gobierno no sólo volverá a admitir una inflación muy por encima de la meta oficial (que ya fue descartada y dejada de usar por todo el oficialismo), sino que llegará al año de elecciones presidenciales con una tendencia alcista en los precios. Una inflación que no baja pero que, además, tampoco va a bajar en el futuro. El cambio de mando en el Banco Central (Luis Caputo reemplazó a Sturzenegger) para controlar las corridas cambiarias, ostenta -por ahora- cierta efectividad para controlar al dólar, pero la inflación se mantiene al alza sin nadie capaz de domarla.