Consumo (dis)gusto
Los datos que la economía termina de arrojar para el primer trimestre del año confirman que el piso de la crisis aun no aparece. El consumo en supermercados y autoservicios mayoristas mostró una muy fuerte caída en marzo, del 14,5% y el 16% respectivamente, cerrando nueve meses de retrocesos consecutivos. El costado más inquietante de este número es la contracción de 13,7% de las ventas de alimentos y bebidas; no solamente el público está consumiendo menos, sino que come menos.
Si bien la calma cambiaria, el permiso del FMI para intervenir en la plaza, cierta tranquilidad externa de las últimas semanas y el comienzo de una base de comparación baja (los peores meses de 2018) auguran próximos meses de rebote, será muy difícil que este cambio de tendencia se consolide en recuperación. Básicamente, porque el consumo explica casi tres cuartas partes del producto en la Argentina. Por ende, de no mediar una recuperación significativa en este rubro, los rebotes quedarán en meros indicadores estadísticos de corto vuelo; similar a lo ocurrido en 2017 con los efímeros “brotes verdes”.
Qué puede esperarse del consumo en próximos meses
La clave está en que se corrija el salario real, gran perdedor de la devaluación de 2018. Si bien se esperan mejores paritarias que el año pasado, algunas consultoras señalan que su recuperación no se verá este año. Ecolatina, por ejemplo, entiende que la misma no llegará sino hasta 2020.
El alto nivel de la tasa de interés también juega un papel preponderante, más cuando se observa que el 35% de las ventas en supermercados es con tarjetas de crédito, cuyos planes de financiación son cada vez más costosos y, en la ecuación familiar, tomar deuda de tarjeta para gastos corrientes (alimentos) de supermercado constituye una potencial bola de nieve. En la misma línea, este factor afecta al consumo de durables como muebles, línea blanca o similares; productos más sensibles al costo de financiamiento en la evolución de sus ventas.
Otros elementos que influirán sobre el consumo, pero por la positiva, serán los impactos de los créditos que otorgará ANSES a jubilados y beneficiarios de AUH, emulando la populista estrategia electoral de 2017 y la muy trabajada estabilidad cambiaria, que le quitará un peso a la dinámica inflacionaria al menos hasta las elecciones y si el mercado, como venimos analizando en esta columna semanal de El Canciller, no se asusta. Estos elementos, que son más parte de una foto que de una película, amortiguarán lo que se augura como una caída sostenida.
La gran pregunta es qué pasara después ¿Los parches durarán hasta enero para luego descomponerse o llegaremos a la olla de oro de la desinflación y estabilidad que transmite confianza y normaliza la toma de decisiones?
En el frío marco económico actual, con la actividad en caída, la industria y el comercio en puntos críticos y con la economía operando a menos de la mitad de su capacidad, una recuperación del consumo es necesaria y vital para poner la rueda a andar. Y la única forma de que esta mejora se sostenga y se vuelva significativa es a través del ingreso corriente. Caso contrario, no se verán las necesarias decisiones de inversión para adelantarse a la demanda y volveremos a tartamudear, con el burro de arranque ahogado de una economía que desde 2011 está estancada y desde 2016 en franca caída.
Leandro Mora Alfonsín, Economista (UBA), Docente UBA, UCES y UNGS. Twitter: @lmoraalfonsin