Se anunció el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Lo fueron a Toto Caputo. Macri terceriza su política económica a manos de Christine Lagarde, la presidenta en ejercicio.

El presidente Macri pasó una semana con altibajos. El domingo arribó por la mañana a Nueva York y por la tarde vio perder nuevamente en la Bombonera a su querido Boca Juniors contra el famoso River Plate del Pity Martínez –qué loco que está–. Pero no todas fueron malas para el Jefe de Estado, el cual luego cenó con su dominatrix Christine Lagarde, la directora del Fondo Monetario Internacional. En el ágape neoyorquino, nuestro sumiso presidente recibió el premio al Ciudadano Global 2018 por su “dedicación incansable y desinteresada”. No, no es un chiste.

Esa misma noche, en las vísperas del paro nacional, un Macri eufórico y premiado aseguró que ha “empezado una gran relación” con la dominatrix Lagarde y que espera que ese vínculo “funcione muy bien y que termine con toda la Argentina enamorada” de ella. No a todos nos gustan los latigazos, presidente. 

Luego de esta declaración de amor de Macri –y chequera mediante– Lagarde tomó el control de los destinos de nuestro país. El martes por la mañana, el entonces presidente del Banco Central de la República Argentina y ex ministro de Finanzas –nótese la independencia indudable del funcionario– Luis Caputo fue sacrificado en el altar de ofrendas al FMI. Si bien el Messi de las finanzas adujo “problemas personales” se sabe que lo fueron, ya que su relación con el fanático del chocoarroz y subordinado ministro de Economía, Nicolás Dujovne, no era la mejor. A Toto se le criticaban sus decisiones cortoplacistas en política monetaria, que en el mercado no tenían otro efecto más que empeorar la crisis cambiaria. El presidente dirá que es un patriota que no sentía el rol, pero Toto en 100 días en el puesto terminó de chocar la calesita: la relación peso dólar se descontroló y liquidó todo el primer desembolso del FMI para este año. Además, a los mecenas del organismo internacional no les cierra que utilicen su plata para contener la galopante fuga de divisas y pretenden que el BCRA tenga otro rol, sin intervención y que el dólar flote entre bandas. En un confuso episodio, nuestra política monetaria es dictada desde los Estados Unidos, ¿qué puede salir mal?

El nuevo presidente del Banco Central, Guido Sandleris, cumple con un tradicional requisito de la Casa de Papel cambiemita: el encargado de cuidar nuestra moneda tiene gran parte de su fortuna en el exterior. No la vimos venir. No obstante, Macri, estrenando su nuevo rol de vocero de la presidenta en ejercicio, afirmó que Christine Lagarde quedó muy contenta con la designación de Sandleris al frente del BCRA. Nos quedamos más tranquilos.

La propia presidenta en ejercicio –con la bandera nacional de fondo, vaya detalle– fue la encargada de anunciar el nuevo acuerdo de nuestro país con el FMI. En ese marco, Lagarde afirmó que todos sus esfuerzos “son para ayudar a estabilizar la economía argentina” y que “esto se verá respaldado por un presupuesto adecuado que sea sustentable. El mercado cambiario no tendrá intervención”. Por último, aclaró que todo esto es para cuidar a los más vulnerables. Pará un poquito, Evita. 

A esta altura ya queda claro que era una gran mentira de Macri en conferencia de prensa que el FMI no iba a poner condiciones al préstamo. La salida de Caputo, la designación de Sandleris, la no intervención del BCRA y el presupuesto de ajuste muestran a las claras el poder que ejerce el organismo internacional por sobre nuestros funcionarios. También es cierto que esta ampliación del préstamo es un tanque de oxígeno extra para Macri, que ya manoteó hace cuatro meses el respirador artificial. Este préstamo más que impulsarlo a ganar la elección del año próximo, cumple la función de salvoconducto hasta diciembre evitando un default en un corto plazo. A costa del sufrimiento de todos los argentinos, Macri le cede todo el poder al FMI y pone los destinos de su gobierno en manos de la presidenta en ejercicio Lagarde. El ajuste brutal está en marcha y lo peor, como siempre, está por venir.