El pensamiento reaccionario ha elaborado a través de los años un exitoso manual de lugares comunes cuya existencia es desconocida por la mayoría de sus usuarios. Quienes repiten esas letanías reaccionarias durante los almuerzos familiares o las cenas con amigos suelen creer que son ideas a las que llegaron a través de la experiencia y luego de una ardua reflexión o que, al contrario, son enunciados tan evidentes que pueden eludir el fastidio de la demostración. Es por eso que quienes propagan esos conceptos abichados no sólo ignoran su condición de usuarios de aquel manual sino que omiten lo más relevante: al hacerlo no observan la realidad como haría un entomólogo a través de su lupa, la construyen.

Una de las letanías reaccionarias más persistentes es la que enuncia que "antes de repartir la riqueza, hay que generarla". La “riqueza”, en este caso, suele ser un concepto generoso que incluye tanto el patrimonio de un país como su PBI. Es decir, tanto lo que existe al inicio del año -su patrimonio- como lo que generará en el transcurso del mismo: el PBI.

Esta letanía se basa en la creencia casi metafísica de que un país puede conocer un Tiempo Cero (T0), en el que no existiría riqueza alguna para repartir. Es más, el pensamiento reaccionario suele advertirnos que ese T0 puede prolongarse durante años, sino décadas, y que por eso los futuros venturosos, generosos en riqueza compartida, requieren de presentes calamitosos sin riqueza repartida. En realidad, ese T0 es una construcción imaginaria defendida por quienes temen por su propia riqueza. Gobernar es, entre otras cosas, administrar la riqueza y los ingresos, que por definición nunca equivalen a cero.

Un año después de asumir la presidencia, Mauricio Macri explicó haber recibido “un país quebrado”. Sin embargo, tomó la decisión de disminuir retenciones y modificar el impuesto a los Bienes Personales, lo que a efectos prácticos consistió en transformar ingresos públicos en privados. Lo que antes se destinaba a construir hospitales, escuelas o rutas, terminó engrosando el balance de empresas exportadoras o el patrimonio de grandes contribuyentes.

Así, en plena bancarrota -ejemplo perfecto del imaginario T0- el gobierno consiguió repartir recursos hacia los más ricos -a través de la baja de retenciones- y dejar de repartir riqueza hacia los más pobres a través de la disminución del impuesto a los Bienes Personales. Un milagro que contradice el mismo manual de letanías reaccionarias que tanto frecuenta el propio gobierno.