La mentira se acabó
El gobierno en su nueva peor semana. Mauricio Macri trató de calmar a los mercados, les habló con el corazón y le respondieron con el bolsillo. La economía se cae a pedazos, el modelo macrista y su relato también.
El miércoles pasado Mauricio Macri intentó llevar calma a los mercados mediante un escueto mensaje. Un video grabado de dos minutos en el que decía que estaba todo bien. Lejos de lograr el efecto deseado, le echó más nafta al fuego. Inexplicablemente aseguró el adelanto de los fondos del FMI para el próximo año, el cual no estaba confirmado todavía. Acto seguido –luego de mentirle a todo el mundo– el dólar comenzó una nueva escalada. Crack.
El fin de semana en la Quinta de Olivos se reeditó el Gran Hermano, esta vez bajo edición cambiemita (low cost). El pijama party de Cambiemos tuvo de todo: cambios de gabinete, renuncias y rumores de piñas. La cosa sana. Los radicales quisieron aprovechar la confusión e intentaron sacar su tajada: pegar algunos ministerios, secretarías o bien rellenar algunos ravioles, algo que facture para el partido.
En Olivos se reeditó el Gran Hermano low cost y tuvo de todo: cambios de gabinete, renuncias y rumores de piñas. En pleno rosqueo e internas, Macri pudo hacerse tiempo para jugar al paddle, al fútbol y ver a Boca.
Inesperadamente se fueron con las manos vacías. No la vieron venir. Desde su celular –mientras acomodaba zapatos– Carrió apoyaba a Quintana y Lopetegui. La pitonisa aseguró que en Olivos "discutían pavadas" y que "no deciden nada", luego explicó: "Las crisis me divierten porque me provocan adrenalina". Al otro día en Chaco, un niño de 13 años fue asesinado tras un intento de saqueo. Nada divertido.
Párrafo aparte merece el fin de semana del Jefe de Estado. En pleno rosqueo e internas de la alianza gobernante que él lidera, Macri pudo hacerse tiempo para jugar al paddle, al fútbol y ver a su querido Boca Juniors el domingo. No me afloje, presidente coraje.
Fiel a su costumbre, el resultado de las maratónicas reuniones fue la tradicional decisión de cambiar para que nada cambie y así el oficialismo terminó incluso más debilitado de lo que ya estaba. La reducción del gabinete –como un intento para mostrar austeridad– no parece ser la salida. A su vez, ofrecer ministerios a los aliados para que estos los rechacen no hace más que demostrar principalmente cuan delicada está la situación y, en segundo lugar, el pánico por asumir responsabilidades ejecutivas en medio de la crisis.
Agarrar el fierro caliente parece que no es una oferta tentadora, ni siquiera para el profeta Melconian, quien rechazó hacerse cargo del Ministerio de Economía. Desde la platea el partido se ve mejor. Ningún boludo el armenio.
Lo que era casi un hecho, se convirtió en un fracaso. La salida de Marcos Peña la pedían desde todos los sectores. El ala "política" cambiemita (risas) mostraba las garras y agitaba para que el Círculo Rojo lo responsabilice por los errores cometidos en el último tiempo. Sin embargo, Mauricio Macri –más encerrado en sí mismo que nunca– no entregó a su hombre de confianza. Es más, el lunes por la mañana emitió un nuevo mensaje, esta vez de 15 minutos, con el relato full Marcos Peña. Sin autocrítica y poniendo la culpa en factores ajenos al gobierno quiso llevar la calma nuevamente a los mercados. No funcionó y el dólar volvió a subir. Rarísimo.
El relato macrista y el modelo económico están heridos de muerte: los mercados ya no le responden y la sociedad ya se cansó de que le pidan un sacrificio mientras los mismos de siempre se llenan los bolsillos.
El relato macrista y el modelo económico están heridos de muerte. Los mercados, que no son más que personas de carne y hueso que especulan con nuestro país y a los que Macri les entregó todo, ya no le responden. Por su parte, la sociedad ya se cansó de que le pidan un sacrificio mientras los mismos de siempre se llenan los bolsillos. Ya no hay 70 años de peronismo, ni el famoso "íbamos a ser Venezuela", ni fotocopias de cuadernos que valgan como excusa. Chocaron la calesita, la hicieron pelota.
Mauricio Macri llegó al poder prometiendo que íbamos a vivir mejor. Que todo iba a ser muy fácil. Que iba a bajar la inflación a un dígito en un par de años y una lluvia de inversiones llenaría el país de prosperidad. La lluvia de dólares nunca llegó, pero sí vino la tormenta. El Presidente –transformado en "El Niño Yo No Fui"– trató de maquillar el nefasto cúmulo de errores de los que él es máximo responsable.
Pero esa tormenta no apareció de la nada. La tormenta existe desde la crisis mundial de 2008. Macri nunca la vio y tomó medidas que nos expusieron a la volatilidad del mundo. Favoreció a los amigos del poder quitando impuestos, acrecentó el déficit de la balanza comercial, facilitó la fuga de capitales y de ese modo generó un agujero que solo pudo suplir con deuda y más deuda. Pero la plata se acabó y tuvo que recurrir al Fondo Monetario Internacional para aplicar un ajuste brutal que solo genera una espiral negativa que hunde a la economía y deja a cada vez más argentinos en la pobreza.
Ya no hay dudas de que este es un gobierno de ricos y para ricos, aquellos que jamás entendieron el país que gobernaban ni el contexto internacional en el que Argentina se había insertado. Ya no habrá pobreza cero, ni unión de los argentinos, ni 82% móvil, ni eliminación del impuesto a las ganancias, ni nada de lo prometido. La mentira se acabó.