Después de 12 años, nuestra Selección femenina de fútbol clasificó a un mundial. La competencia internacional, en su octava edición, tendrá lugar en Francia entre el 7 de junio y el 7 de Julio de 2019 y es el máximo torneo femenino, a nivel selecciones, del mundo. Pero ¿por qué este logro tiene una dimensión enorme? 

Para responderlo, es condición excluyente adentrarnos en una realidad dolorosa y desigual, donde ya su nombre, "fútbol femenino”, marca, tajante, una diferencia incomprensible, pues como deporte el fútbol no tiene género, sino equipos y selecciones: masculinos y femeninos. Aunque la diferencia entre estos últimos sea descomunal. 

Es casi obsoleta la mención al abismo salarial en comparación con el fútbol masculino profesional, porque lo más común es que ni siquiera estén cubiertas las cuestiones de primera necesidad. Los viáticos del fútbol femenino (todavía amateur en nuestro país) son prácticamente simbólicos y abundan las carencias: de indumentaria adecuada, de cobertura médica y de disponibilidad de las jugadoras que, en este contexto, no tienen otra opción que estudiar y trabajar (algunas en más de un lugar) con una sobrecarga horaria, física y psicológica. 

Después de los Panamericanos de Toronto 2015, la Selección femenina sufrió un parate. No tuvo actividad, viáticos, ni amistosos. Hoy, por el contrario, se respira optimismo desde de que la AFA, no hace mucho, manifestara el compromiso de apoyar y acompañar al seleccionado. También desde que las redes sociales, y su réplica en los medios masivos, colaboraran con su visibilización. Ni hablar del pedido de aliento para ellas que hizo Lionel Messi, de cara al repechaje que les dio la llave mundialista.

Nunca más jugarán en silencio

Las mujeres de nuestro país que se destacan en esta disciplina no solo no han tenido inferiores donde aprender, competir y desarrollar sus habilidades, sino que han superado toda clase de obstáculos económicos y luchan a diario contra los estigmas sociales, los prejuicios y la discriminación. El mérito inconmensurable radica en la razón de tanto sacrificio: la pasión por el fútbol. 

En palabras de Eduardo Galeano: "No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie". El partido que les dio la clasificación al mundial juntó a 11.500 personas en la cancha de Arsenal. Nunca más jugarán en silencio. Esta revolución deportiva tiene cara de mujer.