Miles de simpatizantes se autoconvocaron esta noche en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires para realizar un banderazo en apoyo a la Selección, como sucedió hace pocas horas en Doha, en la cuenta regresiva de la gran final entre Argentina y Francia.   

Sin embargo, una vez más el epicentro estuvo en el Obelisco, donde se runieron unas 500 personas para apoyar al equipo de Lionel Scaloni, mientras observaban las imágenes de los futbolistas proyectadas en ese emblemático monumento.   

En medio de un gran furor popular, la gente salió espontáneamente a brindarle su apoyo al equipo albiceleste, que busca su tercera consagración en el último partido de su capitán, Lionel Messi, en este tipo de competeciones, tal como lo anunció días atrás.   

Fueron 15 esquinas porteñas donde los vecinos se expresaron, una vez más para alentara a la distancia, aunque la escena se repitió en distintos del interior como Córdoba, Rosario, Mar del Plata y Mendoza, entre otras.   

Además del Obelisco, los lugares más concurridos fueron las esquinas de Corrientes y Pueyrredón (Once); Cabildo y Juramento (Belgrano); Acoyte y Rivadavia (Caballito) y Avenida Sarmiento y Libertador (Palermo).   

En tanto, mañana se cortará el perímetro comprendido por las avenidas Córdoba, Callao y su continuación Entre Ríos, San Juan, Paseo Colón y Leandro N. Alem, en caso de que Argentina se consagre en Qatar.   

El 4-4-2 con Molina o Gonzalo Montiel (ataca menos pero es más fuerte en la marca), "Cuti" Romero, Otamendi y Acuña más la colaboración de Mac Allister y De Paul, tal vez reúne menos gente para defender pero suma una preocupación extra para Francia, que se vería obligada a mirar de reojo lo que podrían generar Lionel Messi, Julián Álvarez y Di María.   

Es entonces el viejo dilema de la manta corta de Tim, aquel DT brasileño que dirigía a San Lorenzo en 1968 y usaba esa metáfora para definir a su equipo: "Si ataca mucho, se destapa los pies; si se defiende en exceso, se descubre el cuello y la cabeza".   

Entre uno y otro planteo por ahí suena una mejor música, que podría ser poner a los cuatro en el fondo pero sin proyecciones permanentes o con relevos de De Paul y Mac Allister si los marcadores suben por los costados vacíos o con pelota; y con Di María y Julián Álvarez más concentrados en recuperar en el momento de perder el balón.   

Si yo fuera Scaloni, que no lo soy por suerte para Argentina, elegiría el sistema 4-3-2-1, con Di María dentro de la cancha. No descubro nada tampoco. Con esos planteos le ganó a Brasil en el Maracaná la final de la Copa América y a Italia en Wembley la Finalísima. Porque si algo queda claro es que, para ganar una final, hay que arriesgar.   

Y es preferible pensar en lastimar al adversario que en defender el arco propio como si fuera la bastilla. Porque a pesar de todos los recaudos que se puedan tomar siempre puede pasar algo que rompa el partido: una mala salida, una pifia, un rebote o cualquier otra cosa. Y por eso lo mejor es no olvidarse de mirar hacia el horizonte. Y mucho más si encima se sabe que es un horizonte permeable al que se puede llegar con cierta facilidad. (NA)