Dice Carlos Pagni que no existe en Argentina ningún hecho de alto voltaje político en el que no estén involucrados los servicios de inteligencia. O en el que no estén, como mínimo, sospechados de activar sus tentáculos. Como los bolsos de José López, los cuadernos de Oscar Centeno aportan imágenes a una narrativa recurrente sobre la larga década kirchnerista. Nuevos documentos que el incombustible Claudio Bonadio ejecuta en el momento preciso, en busca de sedimentar en la memoria social una convicción: el robo y el ultraje durante el gobierno que se decía nacional y popular.

El cuadernazo del pasado que irrumpe en el presente más complicado para Mauricio Macri puede leerse en distintos planos a la vez. Pero viene a sacudir un tablero político en el que las verdades de hace un año ya no convencen a nadie. La desaparición de la prueba justifica la pregunta de los que no quieren creer: cuándo fue que el ex suboficial del Ejército transformó su obsesión en palabras escritas. ¿Lo hizo en tiempo real o más tarde, cuando alguien lo consideró necesario? Es el interrogante que ahora antecede al inicial: para quién escribía el chofer de Roberto Baratta. Los mensajeros ofrecen indicios. Tanto Centeno como el ex policía Jorge Bacigalupo son miembros de las fuerzas de seguridad y sus trayectorias y discursos remiten a las catacumbas del Estado.

Se abre un interrogante que ahora antecede al inicial: para quién escribía el chofer de Roberto Baratta.

Cuando la polarización se traga las evidencias y ordena los sentidos, es poco lo que altera las creencias, como le gusta decir a Marcos Peña. Sin embargo, la caligrafía de Centeno funciona porque cumple con dos requisitos: cuenta con una prueba física que fue fotografiada y resulta verosímil porque remite a una historia larga que nace con los fondos de Santa Cruz. Todavía hoy se comprueba. La muerte de Néstor Kirchner dejó el exitoso esquema del Frente para la Victoria desarticulado en todos los planos.

La investigación de los periodistas Diego Cabot, Candela Ini y Santiago Nasra tiene como blanco principal, una vez más, la trama de la corrupción kirchnerista, pero no se agota ahí. Algo se advierte fuera de cauce. La aparición de nombres que exceden a la burguesía nacional parasitaria que se asoció a la administración Kirchner provoca un cimbronazo impensado. Se enciende un ventilador que roza al macrismo empresarial, a intocables padrinos del poder judicial como Javier Fernández, a políticos que migraron hacia el campo del PJ no kirchnerista y al grupo transnacional más importante de la Argentina. ¿Quién queda a salvo y sale beneficiado? ¿Quién busca alterar una recta que conduce a un enfrentamiento a todo o nada en 2019? Respuestas que van a decantar con el paso del tiempo.

La aparición de nombres que exceden a la burguesía nacional parasitaria que se asoció a la administración Kirchner provoca un cimbronazo impensado.

Si Macri y el gobierno de Cambiemos no estuvieran en aprietos, con un formidable blindaje internacional que no alcanza, entre el ajuste y la recesión, la saga de la corrupción sería apenas un capítulo más de una historia vieja y condenada al olvido. Pero por su estrategia y -también por su fracaso-, el Presidente conserva a su antecesora como la contrincante más vital, la única con capacidad de enfrentarlo y ganarle en el balotaje que está a la vuelta de la esquina.

El mensaje de Centeno opera como ayuda memoria para los que ven a Macri gobernar y sienten nostalgia. Obliga a la franja de los independientes a pensar dos veces antes del arrepentimiento o la marcha atrás.

En el segundo semestre, Comodoro Py hará su aporte con funciones para distraer a una platea que sufre la caída del poder adquisitivo, las tasas voladoras y la pérdida de empleo. Si el costo para derrotar definitivamente al pasado es desnudar a la patria contratista que parió a Franco Macri y redundó después en exponentes como Angelo Calcaterra y Nicolás Caputo, los ganadores no sobran. Ni el hermano del Presidente ni Marcelo Mindlin, el atleta que saltó de manera olímpica del kirchnerismo al macrismo, pueden estar tranquilos. A esta velocidad, hasta el nombre de Gustavo Arribas puede volver a escena.

Alguien que no se expone está pidiendo un sacrificio mayor, en una serie que arranca entre las más taquilleras. Quizás mueva sus fichas un actor externo, como el que denuncian los presos del PT en el Lava Jato. También se verá con el tiempo si la operación Bonadio excede el servicio de un especialista que interviene sin anestesia en un juego de pago chico. Para competir con Brasil en serio, debería llevarse puesto a gran parte del empresariado y terminar con Paolo Rocca tras las rejas por lo menos por dos años. Requisito mínimo para construir una victima nacional equivalente a Marcelo Odebrecht, en el capítulo anticorrupción de la Argentina de Macri.