En todas las apariciones públicas que realizó desde el inicio de la pandemia, Nicolás Trotta reiteró dos patrones inalterables: no existen precisiones respecto al regreso de las clases y cualquier decisión estará supeditada a los parámetros epidemiológicos. No obstante, en su más reciente teleconferencia con la Comisión de Educación del Senado deslizó una eventual chance de que los alumnos vuelvan a las aulas en el mes de agosto y de forma mixta, con un organigrama que vincularía algunos días de enseñanza presencial con otros de aprendizaje virtual.

En medio de la incertidumbre, el ministro de Educación subrayó su preocupación por los estudiantes que están cursando el último año del ciclo lectivo, tanto en escuelas primarias como secundarias. Y dejó en claro que habrá prioridad sobre este universo de chicos cuando el comité de expertos que asesora al Gobierno nacional dé luz verde para el retorno escalonado de las clases presenciales.

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Mientras los docentes realizan malabares para acercarse a sus alumnos a través del acompañamiento pedagógico virtual, desde la cartera de la Ciudad de Buenos Aires oficializaron la suspensión de las calificaciones numéricas en tanto continúe la imposibilidad para asistir a los establecimientos educativos.

Asimismo, Trotta aventuró la posibilidad de extender el calendario de enseñanza 2020 hasta abril de 2021 -con un parate vacacional en enero- para que los chicos que estén transitando su última etapa escolar puedan adquirir los conocimientos necesarios.

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La palabra de los docentes

"Para mí los ciclos deberían terminar en diciembre, y desde ahí reformular el próximo año contemplando lo que ocurrió en el 2020. Cuando se reabran las escuelas, tenemos que acobijar a los chicos y buscar el menor desorden. El impacto dependerá de la estructura que tenga cada colegio, pero el año que viene los secundarios deberían adecuarse a lo que sucedió. Hay que priorizar los contenidos considerados fundamentales para que puedan cursar el año que viene", opina Gustavo Casella, director del instituto primario -público- de la Ciudad, Juana Manuela Gorriti.

"Yo trabajo en una escuela donde el 60% de los chicos no tiene conexión a Internet. La enseñanza virtual no puede reemplazar a la presencial. Es muy difícil establecer la educación a distancia cuando los docentes no están preparados para aplicar esta modalidad, que tampoco eligieron los estudiantes. La herramienta requiere preparación e instrumentos, y más de la mitad de los alumnos no tienen computadoras. Es imposible hacer educación a distancia cuando muchos chicos quedan afuera", justifica.

Las aulas están vacías hace más de dos meses.

Melisa Fernández Santa Cruz, docente de Matemática en 5° año del Nacional Buenos Aires y del Carlos Pellegrini -dos colegios secundarios dependientes de la UBA-, abona la misma teoría: los profesores no adquirieron conocimientos previos sobre enseñanza virtual y aprendieron "a los golpes".

Las videoconferencias no son obligatorias, por lo que los docentes no están autorizados a tomar asistencia. Ambas instituciones en las que trabaja Santa Cruz dispusieron de un campus virtual para comunicarse con  los estudiantes, desde donde dispensan guías teóricas y prácticas.

"Estamos trabajando mucho más de lo que hubiésemos hecho en un contexto de normalidad, inventando actividades nuevas constantemente", reconoce Melisa. La docente también exhibe preocupación por no poder llevar un control respecto al comportamiento que adoptan los jóvenes con el estudio. En este sentido, lamenta que el aumento del desinterés y la distracción propiciados por el contexto, pueda derivar en mayor cantidad de estudiantes en instancias de exámenes finales cuando se retomen las evaluaciones presenciales.

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Capitalizar la experiencia

Gustavo Galli es docente universitario y sintetiza un concepto que expone la pandemia: la escuela no sólo es necesaria, sino imprescindible para la enseñanza. "No deberíamos estar atados a ningún calendario, sino construirlo en virtud de las necesidades. Hay que trabajar en tiempos de excepcionalidad, que van a perdurar en la etapa post coronavirus. Debemos ser conscientes que estamos acostumbrados a un calendario que no deja de ser una arbitrariedad construida en algún momento y ahora tendremos que readecuarlo", reflexiona.

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A modo de conclusión, Galli apela a un mensaje pedagógico y abre una puerta de esperanza: "Esto lo podemos vivir como un déficit o como una experiencia. Si lo vemos como experiencia, a la vuelta podremos capitalizar un montón de las cosas que nos pasaron como aprendizajes. Yo no miraría a este tiempo como un déficit, sino como una chance de producir algo nuevo a partir de lo que nos ocurre. Educar no es acumular conocimientos, para eso están las computadoras que llenamos de discos rígidos. Educar es aprender a comprender el mundo, los vínculos y las relaciones: en este caso, de otra manera".