En una decisión tan histórica como popular, los habitantes de Irlanda le dieron la espalda a sus fuertes raíces católicas al votar a favor de la derogación de la octava enmienda de la Constitución, que prohibía la interrupción voluntaria del embarazo en nombre del derecho a la vida "del niño por nacer (...) igual al de la madre".

En un referéndum votado por más de dos millones de irlandeses, el 66% manifestó estar a favor de la legalización del aborto. Esta decisión se da tan solo tres años después de la legalización, también mediante el mismo proceso, del matrimonio igualitario.

"El pueblo dijo que queremos una Constitución moderna, que confiamos y respetamos a las mujeres para tomar las decisiones correctas sobre su propia salud".

"El pueblo ha dicho que queremos una Constitución moderna para un país moderno, que confiamos y respetamos a las mujeres para tomar las decisiones correctas sobre su propia salud", señaló el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, quien valoró al triunfo del "sí" como "la culminación de una revolución tranquila".

Ahora, los irlandeses aguardan por el proyecto de ley que Varadkar prometió redactar para su aprobación por el Parlamento antes de fin de año. La nueva ley no tendría mayores dificultades para ser aprobada, ya que los líderes de la oposición, Fianna Fail y Sinn Fein, también apoyan la reforma.

El plebiscito tuvo lugar tan solo tres meses después de la visita a Irlanda del Papa Francisco, lo que refleja el declive de la influencia de la Iglesia católica en una sociedad moderna, que también ha sido marcada por los casos de abuso de los sacerdotes.