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Schapira es un ejemplo de persistencia y vocación desde temprana edad. Nació en un pueblo de Entre Ríos que no tenía luz eléctrica ni agua corriente. Su padre se las ingeniaba vendiendo "de todo” en un "boliche” que tenía. A los 13 años se mudó con su familia a Buenos Aires, donde concluyó sus estudios secundarios en el bachiller Mariano Moreno.

Comenzó sus estudios de Medicina mientras trabajaba en la empresa Prensa y Publicidad, donde grababa artículos en contra del nazismo en plena Segunda Guerra Mundial. Sin dinero para poder pagar sus libros, recorrió sin descanso las bibliotecas públicas, donde pasaba largas horas estudiando la carrera que lo abrazó durante casi toda su vida.

"Si un día yo vine al Hospital y no aprendí algo, es un día que no aproveché”

Su pasión por la carrera que eligió no comenzó hasta su cuarto año de estudio. "Mi real vocación por la medicina fue cuando empecé a ver enfermos”, cuenta Schapira. Bajo el ejemplo de Lucio Sanguinetti, quien fue su primer jefe, el diagnóstico de enfermedades lo cautivó para siempre.

En su largo recorrido como médico, Schapira fomentó el buen trato con los pacientes. "Me di cuenta de que había que tratar al enfermo y no a la enfermedad: vincularme con ellos y buscar la forma de ayudarlos”, explicó a LaNación.

"Lo primero que tiene que ser un médico es ser buena persona”

Luis se casó hace 56 años con Sarita, con quien tuvo mellizos: un médico y un ingeniero. En paralelo a su actividad laboral, Schapira siempre priorizó a su familia, en la que sus nietos son su gran debilidad.  "No hay palabras en el abecedario ni en el léxico español para decir lo que son para mí", concluyó.