Chile 1962 fue el primer mundial con una canción propia, un rock de Los Ramblers que bien pudo haber cantado Marty Mc Fly en aquel baile de la preparatoria. También fue el primer -y único hasta ahora- mundial en el que se convirtió un gol olímpico, sufrido por el inmenso Yashin a manos de Marcos Coll, un colombiano, en un épico 4-4. Fue el primer mundial en el que se utilizó la diferencia de gol en las clasificaciones. Y fue el primer mundial jugado en un país recientemente reconstruido tras un terremoto voraz. No sería el último. 

Los cambios en medio del partido recién llegaron al reglamento en el mundial de 1970, así que cuando se dice que el Toto Lorenzo era un adelantado, hay que empezar a buscar por ahí. Más allá de los pergaminos que lograría años más adelante, que incluyen una Copa Italia con la Roma, una Copa Intercontinental y dos Libertadores con Boca, y algunos torneos nacionales, el Toto estaba tal vez algo verde para afrontar la cita máxima. 

Nuestro grupo no era fácil, desde ya. Tampoco teníamos un equipazo, aunque el Nene Sanfilippo sigue diciendo que pudimos llegar a la final. Pero si algo aprendimos con los mundiales es que equipo que gana no se toca. Y el Toto no escuchó la premisa. Tras ganarle 1-0 a Bulgaria hizo cuatro cambios de cara al próximo partido; ni más ni menos que contra Inglaterra. Por primera vez nos cruzábamos en un mundial con uno de nuestros máximos rivales. También por primera vez usábamos la casaca azul, la alternativa, con la que los dejaríamos afuera en el ‘86 y en el ‘98. 

El resultado no sería el mismo, desde ya. Fue un 1-3 cercano al baile, en el que los cambios se hicieron sentir para mal; Héctor Facundo, que había hecho el gol en el debut le dejó su lugar a Oleniak que no la vio en todo el partido. Un penal bien cobrado puso en ventaja a los ingleses. Rattin, acaso el 5 más 5 de la historia de Boca tuvo que jugar de 8 y marcar a Charlton con escaso éxito: fue el propio Bobby quien decretó con un tiro cruzado el 2-0 cerca del final del primer tiempo. Cuando promediaba la segunda parte Greaves tomó un rebote y adentro. 3-0 y los nubarrones del desastre de Suecia asomaban en el horizonte trasandino. Por suerte todo quedó ahí y hasta Sanfilippo pudo convertir el gol del honor, que no serviría de mucho.

Porque ni esa suerte tuvimos: en ese mundial se estrenaba el goal average, y Argentina fue el primer equipo en la historia en quedar afuera por la flamante reglamentación; en el partido decisivo, pese a los siete (!) cambios dispuestos por el Toto Lorenzo y a un claro dominio de los nuestros, el 0-0 ante Hungría no pudo romperse y adiós mundial, otra vez en fase de grupos. Como cuatro años atrás y como sólo volvería a suceder cuarenta años más adelante, en Japón-Corea. 

Y como en Japón-Corea el campeón en piloto automático fue Brasil. Sin Pelé, desgarrado a los 20 minutos del debut, le sobró con un Garrincha endemoniado, rodeado de bestias como Vavá, Amarildo y Zagalo entre otros, para imponerse 3-1 a Checoslovaquia en la final. La verdeamarela sumaba su segunda estrella en un mundial horrible, violento y con pocos goles. 

Dos años más tarde, una Argentina en proceso de refundación le ganaba primero a Inglaterra y en la final al mismo Brasil durante la Copa de las Naciones, un torneo conmemorativo por los 50 años de la Confederación Brasileña de Futbol. Fue un 3-0 pesado en el propio Pacaembú, con un Pelé irritado rompiéndole la nariz de un cabezazo a uno de los nuestros y todo. OK, no habrá sido un maracanazo pero sumemonos un poroto (?) mientras evidenciamos una tendencia histórica: a Brasil de local le cuesta.