Estaba siendo solidario y de golpe me dió miedo. Les di unos mangos a dos muchachos muy pobres que caminaban por Córdoba altura Desolation Row. Tenían lágrimas tatuadas en la cara, eso me disparó el susto, ellos fueron muy correctos, nomás fui yo.

La próxima pandemia es el miedo. Si me lo cruzo a Horacio lo primero que le pido es que por favor ponga los nuevos senderos súper seguros, recién después de eso lo mangueo para mí.

Caminé por Córdoba veinte cuadras hasta el cajero. La gente que camina en la calle sigue mirando para adentro. Es rarisimo que no pongan la cara al fresco el rato que pueden.

El peronismo que tiene antropólogos, tiene que empezar a tocar la forma de esta depresión colectiva.

La depresión tiene un discurso subterráneo y culposo, al revés de los vendedores de Herbalife de esta cuarentena, que venden despertarse temprano o hacer un curso online ahora que están gratis.

Iba uno solo en el auto con las ventanillas cerradas con el barbijo puesto.

En la pared del banco había un cartel escrito con lapicera con la palabra barbijos y un número de teléfono. La clorofila de la crisis que viene está en la economía en negro.

Use el teléfono adentro del cajero pero ni el guardia de seguridad con doble barbijo ni la empleada de atención al publico me dijeron nada.

Muy al culo el pantalón del uniforme de la bancaria. El mundo igualitario es talle suelto, hay que prestar atención a esas cosas.