Con un formato de antología en donde no hay conexión entre la primera y la segunda y se mantiene el denominador común de la casa embrujada, La Maldición de Bly Manor está libremente inspirada en Otra Vuelta de Tuerca de Henry James.

Esta obra ya había sido llevada al cine y a la tv en reiteradas ocasiones y entre sus adaptaciones más conocidas seguramente recuerden la de Los Otros, el film del 2001 dirigido por Amenábar y protagonizado por Nicole Kidman.

La trama de Bly Mannor nos transporta al año 1987 en donde una niñera o (au pair en como le dicen allá) comienza a ocuparse del cuidado de dos chicos huérfanos en una mansión victoriana ubicada en las afueras de la ciudad.

Aunque los nenes son un poco extraños (todos nos quedamos con la frase latiguillo de “Es perfectamente espléndido''), al principio no hay motivos para preocuparse. Los habitantes de la casa (la ama de llaves, el chofer y la jardinera) parecen ser gente amable y hospitalaria y la protagonista se siente cómoda en su nuevo hogar. Pero con el pasar de los episodios descubriremos la presencia de sucesos extraños y eventos paranormales.

Uno de nuestros aspectos favoritos de esta nueva apuesta de Flanagan, es que el director repite su marca autoral y vuelve a trabajar sobre los puntos de vista de sus personajes. Cada habitante tiene un pedacito de información que el espectador desconoce y los episodios revelan una nueva pista sobre el enigma de la casa. Todos tienen una parte del rompecabezas que llevará a resolver el misterio detrás de todo esto.

Otro gran acierto es que vamos a reconocer a algunas de las caras conocidas de la primera temporada: Henry Thomas (el niño de E.T), Victoria Pedretti y Oliver Jackson-Cohen (los mellizos Crain) vuelven en otros personajes y esto ayuda a reforzar el estilo del dire y se convierte en otra de las constantes de la serie junto con recursos estilísticos, narrativos y la temática fantasmagórica en mansiones antiguas.

El problema para nosotros aparece cuando nos metemos en el factor del terror.

En Hill House, la familia Crain tenía que enfrentarse a los fantasmas de su pasado (literalmente) y regresar a la casa embrujada en donde pasaron parte de su infancia y adolescencia.

Acá teníamos el factor del drama familiar a través de las relaciones entre los personajes, los recuerdos de cada uno y el dolor que trae la pérdida, pero además también había horror del bueno. La serie era terrorífica y lograba fusionar estos dos elementos a la perfección.

Por momentos Bly Manor se olvida de que se está contando una historia del género y se enrosca en una suerte de culebrón carente de tensión y con un ritmo lento que por momentos se pierde en su narrativa. Nos faltan jump scares, episodios como el de Two Storms (el número seis de Hill House) y personajes como la mujer del cuello roto.

Lo cierto es que la vara había quedado demasiado alta y no es fácil lograr el balance justo entre drama y horror. De todos modos, la miniserie de nueve episodios logra un cierre redondo, cumple en cuanto a calidad, nivel actoral y estética y vale la pena verla para llegar a sus propias conclusiones.