Cualquier encuesta muestra hoy que seis de cada diez personas ubican a los problemas económicos entre los principales problemas del país. Esos problemas, sin considerar el orden, van desde la desocupación, la inflación, la pobreza, la desigualdad, etc. Tres de cada cuatro entrevistados de cualquier encuesta señala que la situación económica del país es negativa (mala o muy mala). Las expectativas para el futuro también son negativas.

En esas evaluaciones del presente y perspectivas para el futuro, se observa con claridad la persistencia de una grieta donde los adeptos del oficialismo tienen evaluaciones positivas y los opositores tienen negativas.

Cualquier encuesta también muestra que el escenario electoral, sin entrar en finos detalles numéricos, está dividido en tres tercios. Uno oficialista con evaluaciones positivas sobre la gestión, uno opositor kirchnerista, que lo evalúa negativamente; y otro tercio, que coincide en la evaluación negativa con el kirchnerismo pero que no lo vota.

La percepción de la crisis económica es un hecho mayoritario. Esa percepción de crisis conduce a estados de ánimos donde predominan la preocupación, el enojo y la tristeza por la situación que atraviesa el país. Esos estados de ánimo negativos se imponen también sobre los positivos en una relación de 3 a 1. En contraposición, la alegría, la tranquilidad y sobre todo la esperanza son estados de ánimo sólo sostenidos por los cercanos al oficialismo.

El reciente sondeo de opinión pública en la zona metropolitana de Ágora Consultores muestra que, como resultado de la situación actual del país, uno de cada tres "fantasea" con irse a vivir a otro país; esa misma proporción considera que sus nietos no tendrán una situación económica mejor que la de ellos. La mitad de los entrevistados cree que el país no ofrece oportunidades de crecimiento y también cree que no se jubilarán con un haber acorde a su trabajo. Finalmente, 7 de cada 10 considera que la Argentina es un país que no premia a su gente conforme al esfuerzo realizado. Todas estas opiniones de desaliento colectivo están sostenidas mayoritariamente por el colectivo de la oposición.

El desafío que tiene por delante la oposición es tan grande como su volumen. La mayor parte de la sociedad comparte el diagnóstico de la situación crítica del país pero no es suficiente para ganar una elección. Los argumentos que giran sobre la racionalidad que explica la crisis del país se han agotado en términos electorales; no hay más nada para extraer de allí.

El desafío de la oposición es proponer un sueño con mayor o menor tangibilidad. Un sueño que pueda abrazar la mitad más uno de la sociedad, un sueño con el que puedan entusiasmarse, un sueño con el que puedan empatizar de forma tal de ilusionarse, más allá del crítico presente, con vencer el desaliento colectivo que la mayoría de la población tiene.

Lo hizo Carlos Menem cuando propuso "el salariazo y la revolución productiva" en el marco de una hiperinflación que destrozaba el poder adquisitivo del salario; o más tarde con el aspiracional ingreso al "primer mundo".

Lo hizo Néstor Kirchner con la propuesta de "un país normal" en el marco de una megacrisis multidimensional (política, social, económica, financiera, jurídica, etc).

Lo hizo Mauricio Macri con el aspiracional "sí, se puede" cambiar y hacer las cosas de manera diferente; y hasta con el más tangible de medición "pobreza cero" y la "lluvia de inversiones". En la actualidad y luego de más de tres años de gestión, no lograron cumplir con sus principales promesas de campaña. Tal es así que desde el gobierno de Cambiemos llegaron a admitir que "no fue tan fácil como creíamos al principio", y ahora apelan a una campaña con eje en la esperanza; en la esperanza de poder hacer en un segundo mandato todo lo que no pudieron hacer por no haber estimado bien lo que prometieron. En un modo simplificado, el Gobierno pasó de la revolución de una alegría (inconsciente) al partido de la esperanza (consciente).

Esta es la forma en que Cambiemos busca que en las próximas elecciones no se plebiscite lo que hicieron (o lo que no hicieron y prometieron), sino lo que dicen que van a hacer ahora que conocen las dificultades: "Estamos mal pero en el único camino posible". Esa supuesta contradicción de un mal gobierno pero que te dice que vas a estar mejor, tiene el valor de interpelar al votante con aspiraciones de un futuro mejor.

No alcanza con la comodidad del "todo tiempo pasado fue mejor" porque está en la naturaleza de las sociedades no volver hacia atrás sino ir hacia adelante, apostar al futuro. El sueño es que nuestros nietos estén mejor que nosotros mismos y no es que estén igual a como supimos estar.

No alcanza tampoco con el sobrediagnóstico de la situación económica del país que muchos indicadores objetivos confirman o avalan; no alcanza con que te asista "la razón". Porque sin la crisis no se puede pero con la crisis no alcanza.