Las elecciones de medio término de 2017 mostraron a un oficialismo victorioso a lo largo y ancho del territorio nacional. La firma Cambiemos, ahora Juntos por el Cambio, había ganado en 13 provincias (en varias de ellas arrasó) y en el Gobierno sintieron una vía libre para avanzar con reformas estructurales, un error que se pagó caro tres meses más tarde, cuando se trató la reforma previsional en el Congreso y la imagen de Mauricio Macri cayó con fuerza en las encuestas. Aún así, el comienzo de 2018 mostraba a un oficialismo empoderado en las urnas y envalentonado en apuestas ambiciosas: Marcos Peña esperaba extender el reinado a 14 provincias en 2019. 

Con dos corridas cambiarias de por medio y dos presidentes del Banco Central en el camino, el oficialismo transita el 2019 con la expectativa máximo de retener los tres distritos claves de una comandancia nacional potente: Ciudad, Provincia de Buenos Aires y Nación. Un año atrás, el jefe de Gabinete estaba convencido de que la historia sería otra. En ese entonces, en Cambiemos soñaban con ganar en Córdoba con Héctor Baldassi, en Neuquén con David Schlereth, en La Pampa con Carlos Mac Allister, en Santa Cruz con Eduardo Costa. Incluso en La Rioja creían que, después de las legislativas, se abría una puerta para el radical Julio Martínez. También en San Luis querían hacer historia contra los Rodríguez Saá con Claudio Poggi, y en Salta, Chaco y Santa Fe, bastiones de Juan Manuel Urtubey, Domingo Peppo y, hasta el domingo, de Miguel Liftschitz. La lista se completa con Tierra del Fuego (donde sacaron 5%), Chubut y Río Negro.

Así, un año atrás, el macrismo iba en busca de conquistar las provincias con gobernadores que acompañaban los proyectos de nación. "Por más buen trato que haya, las provincias que se puedan ganar, se ganan", había asegurado a LPO una alta fuente del macrismo en enero de 2018. Hoy, la apuesta vuelve a ser el buen trato.

Pero la lección del devenir reciente fue otra: un dólar que pasa de 19 pesos a 45 en menos de un año tiene consecuencias graves para la política. No hay discurso, modelo ni marketing político que pueda contra un 56% de aumento de precios interanual. Inflación, aumentos, caída del poder adquisitivo y del empleo, baja en la producción y capacidad instalada cercana al 50% configuran en el presente un escenario en el que los sueños de Peña quedaron en el pasado. Con esta coyuntura, el oficialismo es consciente que en las provincias opositoras sólo queda perder y en las oficialistas "hay que aguantar".

Al debilitamiento macroeconómico se le suman errores políticos. El gobierno nacional institucionalizó un incremento de recursos para las provincias en concepto de coparticipación. Esa deuda que la Nación tenía con las provincias generó que los gobernadores se desprendieran del proyecto nacional e, incluso aquellos que acompañaban a Macri, decidieran desdoblar para no estar atados a la imagen del presidente. El resultado final es categórico: el oficialismo sufre aplastantes derrotas en todos los territorios en los que compitió voto a voto en 2017, incluso algunos en los que había ganado

Frente a ese panorama, la teoría que ensayan ahora en Casa Rosada es que el voto es volátil y las elecciones nacionales nada tienen que ver con comicios provinciales. Creen que Córdoba volverá a respirar macrismo en octubre, junto con otras provincias en las que la elección, valga la redundancia, se "provincializó". Ahora, con Miguel Ángel Pichetto como nexos, el Gobierno apuesta a retener los tres distritos claves y negociar con dos decenas de gobernadores reelectos los acuerdos necesarios para llevar a cabo las reformas que el gradualismo y las elecciones postergaron: laboral, jubilatoria y tributaria