Los números de Macri, con la imagen en caída, la economía en contra y la oposición entre dudas
Fue mucho para el ciclo de Cambiemos. Mucho lo que se esperó, más lo que se invirtió y demasiado lo que, en poco tiempo, se vino abajo. El apretado triunfo electoral de 2015 se fue transformando rápido en algo mayor, por un formidable despliegue de legitimidad. Ratificada en las urnas en 2017 y con un arsenal simbólico inédito a su favor, la novedad del macrismo venía a desmentir dos afirmaciones densas de la historia argentina. La del populismo que se eternizaba en el poder ante la incapacidad de sus rivales y la de los intentos modernizadores que sólo podían desbarrancar hacia el ajuste neoliberal y el padecimiento general. En el año de la reelección para Mauricio Macri, las dos máximas mantienen su vigencia.
Tres años después, quedan hilachas de la promesa fundacional que hizo el núcleo duro del PRO, con inflación récord, cóctel de recesión y déficit cero, aumento de la pobreza y endeudamiento vertiginoso, que pega ya en forma de intereses. Sostienen el andamiaje oficial una base acotada de apoyo social, el salvavidas del Fondo y la sola permanencia en el poder de un gobierno no peronista, un activo que la Casa Rosada considera mérito propio pero debe mucho a condiciones internacionales que Fernando de la Rúa y su alianza todavía envidian.
Cambiemos dura pese a los latigazos de la crisis y una parte de sus feligreses sigue convencida. Es una nueva obstinación criada en el rencor de la oposición al peronismo y fortalecida desde el Ejecutivo. Como en la era kirchnerista, el poder oculta debilidades, sutura desconfianzas y potencia fortalezas. Permite una cohesión que, en la intemperie, se pierde.
Sostienen el andamiaje oficial una base acotada de apoyo social, el salvavidas del Fondo y la sola permanencia en el poder de un gobierno no peronista, un activo que la Casa Rosada considera mérito propio pero debe mucho a condiciones internacionales que Fernando de la Rúa y su alianza todavía envidian.
Paralelos a un riesgo país que cede y un dólar que flota entre las bandas, los sondeos muestran una fragilidad elocuente: cifras de un deterioro que es hijo de la economía real. Según el último trabajo de la consultora Elypsis, Macri tiene una imagen positiva de apenas 24 puntos y su gestión conserva una aprobación de 23. Realizado entre el 6 y el 13 de enero, con la atmósfera del nuevo tarifazo, el estudio muestra que el Presidente perdió 8 puntos en los primeros días de 2019: el 30 de diciembre pasado, tenía un 32% de imagen positiva. Como enseña el manual del oficialismo, hay que mirar la tendencia: en el arranque del año electoral, Macri llegó al peor indicador de sus tres años de mandato. Nunca estuvo más bajo.
Por encima del ex jefe de gobierno porteño, aparecen Cristina Kirchner con 36% de imagen positiva -12 puntos más que su archirrival- María Eugenia Vidal con 35%, Elisa Carrió con 30% y Roberto Lavagna con 28%, 4 puntos arriba de Macri y 15 puntos por encima de Sergio Massa (13%).
Mientras desmiente a los peronistas que señalan al titiritero Luis Barrionuevo detrás del proyecto L, Miguel Ángel Pichetto eleva su entusiasmo por estas horas con números de una universidad privada que muestran el apoyo potencial al economista de las sandalias. Según ese trabajo que no fue difundido, si se presentara en 2019, Lavagna podría quedarse con el 50% de los votos que acompañaron a Macri en 2015 y con el 25% de los que eligieron a Scioli. Muchísimo para alguien que todavía no habló ni se lanzó y -según dicen- evalúa hacerlo entre el 10 y el 15 de marzo, si las condiciones están dadas.
Según el último trabajo de la consultora Elypsis, Macri tiene una imagen positiva de apenas 24 puntos. Realizado entre el 6 y el 13 de enero, con la atmósfera del nuevo tarifazo, el estudio muestra que el Presidente perdió 8 puntos en los días de 2019: el 30 de diciembre pasado, tenía un 32% de imagen positiva.
Habrá que ver si para entonces mejora o empeora la situación de una economía que apila datos negativos, con destrucción de empleo, caída de la recaudación, problemas del PAMI para pagar a proveedores, inundaciones que generan pérdidas y una apuesta por el rol de los agroexportadores que deben liquidar los dólares de la cosecha, cuando termine el verano.
Con CFK firme en su piso de adhesiones y convencido de que será candidata, Pichetto repite lo que en Casa Rosada, hasta hace poco, generaba gracia: que es el gobierno el que puede salir tercero y quedarse afuera de la segunda vuelta. El Círculo Rojo también espera un cambio de clima, como lo muestran los números de una multinacional argentina, de diálogo con el PJ, que bajó la producción un 27% desde 2015.
Pese a todo, en el oficialismo persisten los que, en la senda de Marcos Peña, ven posible el rebote a tiempo de la economía y la reelección de Macri, una segunda oportunidad para ir al shock con anuencia social. Como en esas rivalidades del fútbol, donde uno se aferra a la historia -y niega el presente- para convencerse de que no puede perder, funciona el optimismo amarillo. En un sector de la oposición, pasa lo contrario. La evidencia del fracaso oficial choca con las dudas que provocan peronismo y cristinismo todavía divididos.
Según dicen, Lavagna evalúa lanzarse entre el 10 y el 15 de marzo, si las condiciones están dadas.
Que tres años después de haberse ido, la expresidenta sea la principal esperanza habla de ella tanto como de sus oponentes. Que tenga un núcleo duro que la rechaza -38% de imagen negativa según Elypsis, contra 44% de Macri, 52% de Massa, 42% de Urtubey y 33% de Lavagna- genera angustia entre históricos votantes del kirchnerismo que temen una nueva frustración. Como si, finalmente, el Presidente pudiera remontar la adversidad y ganarle a la senadora, por alguna fuerza trascendental, hija de un destino de época.
Salvo el impredecible Massa, el resto de las cabezas del peronismo federal desean con igual o mayor fuerza la derrota de CFK que el triunfo de la oposición. Otro elemento que agiganta su centralidad. Para bien o para mal, todo depende de ella y por eso la incertidumbre mandará hasta el cierre de listas. Como interpretan en la mesa del PJ de Matheu: “Cristina no va a decir nada ni definir hasta el final. Si sabe que puede ganar, se va a presentar; si no, va a preferir que gane un peronista antes de que Macri se quede cuatro años más. Ahí, las PASO se resuelven en dos minutos. Pero para ser parte de la discusión, tiene que estar sentada en su candidatura”.