La entrega de Pichetto, el actor que sobrevivió a Frank Underwood y quiere sepultar a CFK
Duró más que Frank Underwood. Supo conducir su ambición bajo el paraguas de las instituciones y la gobernabilidad. Aunque no llegó a presidente y tampoco pudo nunca gobernar su provincia, Miguel Angel Pichetto es el peronista que atravesó la cortina de los tiempos, siempre del lado del poder. El año nuevo que ya asoma lo encontrará cumpliendo un cuarto de siglo como legislador, de manera ininterrumpida. Jefe del bloque del PJ en el Senado desde 2002, acaba de concluir una semana en la que se construyó -en una jugada planeada milímetro a milímetro- como verdugo y salvador de Cristina Fernández de Kirchner.
Más allá de algún "chiste" sobre los hombres que no quieren volver a su casa para evitar a sus mujeres, Pichetto es dueño de una capacidad indudable para salir indemne del fuego. Ni el menemismo ni el kirchnerismo le provocaron daños irreparables, pese a que lo hicieron jugar en la primera línea.
La próxima temporada, no encontrará la muerte abrupta como le pasará al personaje de Kevin Spacey con el que tanto gusta compararlo en Argentina. Será, en cambio, un protagonista central de la política institucional. Sobre sus espaldas, volverá a caer la presión de la Casa Rosada para que apruebe las leyes que Mauricio Macri necesita y la súplica de los gobernadores peronistas, que demandan fondos para llegar a fin de mes y proyectar -al mismo tiempo- su propia continuidad en el poder.
El 2018 será el año en que el senador nacido en la Lomas de Zamora de Eduardo Duhalde -aunque electo por Río Negro- ejecutará en la Cámara Alta su cuidada venganza contra “la señora”, por haberlo hecho hablar un lenguaje que no era el suyo durante por lo menos ocho años. Por haber convertido al movimiento que fundó Perón en una estudiantina de centroizquierda. Por haberlo llevado a la derrota.
Volverá a notarse el miércoles que viene, a las 18, cuando Pichetto reaparezca en el Palais Rouge para hablar una vez más en nombre del PJ que más complace al círculo rojo. Bajo la consigna “El peronismo frente al desafío de la renovación” y convocado por la revista Movimiento 21, el senador de 67 años ostentará su cintura para abrazar distintas variantes del ancho mapa justicialista. Propondrá un brindis por el futuro del partido junto a dos miembros de la generación intermedia, según la definió el analista Martín Rodríguez: el derrotado gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey y el nuevo jefe del PJ bonaerense Gustavo Menéndez, que se impuso a las pretensiones del matancero Fernando Espinoza.
Aunque hace casi dos meses le dijo a los empresarios de IDEA en el Sheraton de Mar del Plata que el conurbano parece Sinaloa y aunque los gobernadores están hartos del predominio de los intendentes del GBA, la entrega de Pichetto es absoluta: quiere atraer a todo el peronismo sobre su eje. Menos a CFK, la jefa que acaba de quedar fuera de las fronteras del PJ, con la camiseta de Unidad Ciudadana. Es de los que no olvida.
Su amigo Claudio Bonadio, con el que mamó la política en la misma cuna, lo empoderó en la víspera del fin de semana largo con una orden de detención que durante los últimos dos años no hubiera precisado del show del desafuero. El juez y el senador actúan roles complementarios y se entienden de memoria. Uno pide la detención que el otro niega, en el remedo de la República y para gusto de Macri, que se libera de las tensiones del presente.
En su apuesta por sepultar al kirchnerismo, Pichetto no se pone límites. Nunca pudo conseguir los votos de un poder propio, pero el Senado lo convirtió en imprescindible y hasta 2019 su nombre será sinónimo del PJ. Después, por los problemas en su propia provincia, le será difícil continuar en el lugar que hoy tiene. Por eso, al lado suyo no descartan que se postule -o lo postulen- como parte de una fórmula presidencial peronista que ponga la cabeza en 2019 para hacer algo parecido a lo que viene haciendo hasta ahora: perder con Cambiemos.