Una semana corta alcanzó para hacer sonar el escarmiento. La amenaza más fuerte que recibió Mauricio Macri desde que llegó al poder no nació de la oposición. Después de amasar ganancias fabulosas durante dos años, el fantasmagórico poder de la City revolcó por el piso a la administración Cambiemos, en la más virulenta señal de protesta que sacudió al Presidente. La advertencia quedó flotando en el aire que dejó la corrida al dólar: el gobierno de los Ceos ya no genera confianza en un mercado que, cuando se enoja, se quiere llevar puesto a cualquier proyecto, incluso al más propio.

Con pérdidas de reservas, endeudamiento más caro, inflación en ascenso y sin motor de crecimiento, la devaluación -forzada o consentida de la peor manera por el gobierno- se apodera del círculo rojo y es viral en Wall Street. Pero además genera un impacto subterráneo e impredecible en una geografía antagónica a la del microcentro porteño, tan o más decisiva. El inconmensurable conurbano bonaerense. Ahí donde el peronismo todavía respira y las turbulencias hacen peligrar los sueños de reelección prematura. Pese al Mundial que ya asoma como esperanza, 2018 se revela como un año interminable para Macri.

María Eugenia Vidal se blindó con el costoso ajuste previsional y ganó una autonomía inédita. Pero no pudo quedar a salvo de las fluctuaciones que provocan Mauricio y su equipo en el humor social. Entre 10 y 12 puntos por encima suyo en imagen positiva, la gobernadora tiene su suerte atada a la de Macri: necesita que no desbarranque para continuar la ofensiva de seguir comiéndole territorio a lo viejo.

Ya antes de la corrida bancaria y el dólar a 23, los números preocupaban. Un consultor que acerca sus números al gobierno y al PJ daba a Macri en el piso bajo de los 40 puntos en la Provincia, con un descenso hasta el 34% en el Gran Buenos Aires y hasta el 30% en La Matanza. De cómo afecte la fiebre del dólar a los precios y salarios en el Gran Buenos Aires, depende el futuro mediato de Mauricio y María Eugenia.

Por eso, preocupa la señal de ajuste del ministro de Hacienda con eje en la obra pública. Aunque en la Provincia dicen que el recorte se restringe a obras presupuestadas pero no iniciadas, entra en crisis como nunca antes la promesa desarrollista de compensar un poder adquisitivo escuálido con cloacas e infraestructura. Buenos Aires es el reverso de Córdoba, la tierra oficialista a la que mañana anuncian su retorno Marcos Peña y Rogelio Frigerio en busca de ordenar las divisiones internas ante el peronismo aliado de Juan Schiaretti. En Córdoba, Macri no tiene oposición, pero en tierra de Vidal su cara genera más rechazo que adhesiones y hasta su apellido impacta de manera negativa, como lo atestiguan las dificultades de Jorge Macri para subirse a una fórmula bonaerense.

El miércoles, el peronismo volverá a tomar las tarifas para estirar la debilidad oficialista en Diputados. Quedará para Miguel Ángel Pichetto la tarea ingrata de evitar el veto presidencial, con el arte de la negociación. Será el momento de volver a evaluar qué rol quiere ocupar el peronismo de cara a un 2019, que los últimos días alejaron como nunca. Si ayudar a la gobernabilidad como dique de contención del kirchnerismo o desplegarse como alternativa de recambio para el círculo rojo. Como dijo en diciembre pasado el mismo Pichetto: "el país no aguanta más un esquema amateur y no se puede improvisar más”. Quién está listo para jugar en Primera hoy, eso es lo que nadie sabe.