Sumar a Sergio Massa le permitió al Frente de Todos materializar su promesa de amplitud. El guiño recurrente a la clase media, la capacidad de escuchar cacerolas y el punitivismo como garantías de que habría algo más que kirchnerismo en el horizonte. Massa como faro de la moderación y límite interno a la ambición de Cristina. Después del fracaso de la última sesión de Diputados, la oposición se encargó de exponer la “radicalización” del presidente de la Cámara. El hostigamiento incluyó incluso amenazas de muerte a su familia. ¿Por qué van por el exintendente y hasta dónde puede escalar la confrontación?

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"Es la persona menos confiable del sistema político argentino", lo definió un rencoroso Marcos Peña en 2016, mientras veía explotar la fantasía de una oposición colaboracionista que soñó posible en Davos. Pero sobre todo, el ala dura del PRO no pudo superar la reconciliación con el kirchnerismo en una decisión que terminó de cocinar la victoria de Alberto Fernández. En parte, el ataque a Massa responde a esa bronca que creció durante años, aunque en la reacción opositora hay mucho más que sed de venganza.

Hay un segundo punto que es completamente táctico. Al “kirchnerizar” a Massa, el macrismo profundiza la polarización de cara a 2021 y busca comerle el voto de clase media que le aportó al Frente de Todos. Ese apoyo posgrieta -que el propio Presidente relega al segundo plano con proyectos como Vicentín o por declaraciones de miembros de su gabinete- parece conservarlo Massa cuando sale a pedir que “desalojen” y les saquen los planes a los que toman tierras, que en Venezuela hay una dictadura o que la inseguridad es cualquier cosa menos una sensación.

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A la pregunta de por qué atacan a Massa se le puede sumar una tercera lectura, que responde a un diagnóstico prematuro de cómo se va acomodando el mapa político en un escenario complejo. No es casual que Cristina se encargue de recordarle a los argentinos quién es Horacio Rodríguez Larreta: lo hace porque lo ve crecer en la vereda de enfrente como adversario. Cuando Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo o Elisa Carrió tratan a Massa de “golpista”, no ignoran que el líder del Frente Renovador hace años que precalienta como candidato presidencial. Si para el kirchnerismo Larreta es Macri, el PRO sabe que en una estrategia de espejos necesita equiparar a Massa con la vice.

Con las negociaciones en punto muerto en Diputados, la gran incógnita es qué pasará los próximos meses en el Congreso. Si el Senado es la escribanía de Cristina, la Cámara baja es el único espacio posible para negociar y correr los límites de la grieta. Legisladores de todo el arco político se solidarizaron con Massa por las amenazas que sufrió, algo que no hubieran hecho con Cristina. Eso es un indicio de dos cosas. Por un lado, que los vínculos personales del líder del Frente Renovador están intactos. Por otro, que su amistad con Cristian Ritondo o Mario Negri no será suficiente para esquivar ataques, porque esas relaciones no impedirán que el ala dura del mayor espacio opositor presione con una estrategia de desgaste en un clima enrarecido.

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La clave pasará por cómo evolucione en las próximas semanas el diálogo en Diputados, donde Massa y Máximo Kirchner conformaron un tándem “pragmático” con una división de roles. El escenario puede ser muy diferente según cómo se incline la balanza entre ambos. Acaso el interrogante sea si el presidente de la Cámara será capaz de imponer su autonomía para empujar al hijo de la vicepresidenta al “centro” que cree representar para abrir realmente el juego, o si el polo del kirchnerismo terminará absorbiendo su diferencia.