El G20, una demostración de que Argentina puede liderar el juego de los poderosos
Ayer terminó la presidencia argentina del G20. Los vestidos de Juliana, la “bestia” de Trump, el inodoro del Príncipe saudí, la emoción de Macri en el Colón, los guardias de Putin: eso fue lo que más trascendió en los medios locales pero ¿qué fue lo que pasó realmente?
El 1 de diciembre culminó el trabajo que comenzó hace dos años cuando la Argentina entró a la troika del G20 compartida con China (presidencia 2016) y Alemania (presidencia 2017). Con la cumbre como excusa, el diálogo con estas potencias se consolidó y permitió un intercambio más fluido incluso con la China de Xi Jinping que se preguntaba por la continuidad de los acuerdos con el gobierno anterior y hoy está en Visita de Estado en Olivos.
Durante 2017, la troika incorporó a Japón con quien la Argentina está cumpliendo 120 años de relaciones diplomáticas pero con pocos proyectos concretos. En los casi tres años del gobierno de Macri, los japoneses no solo le otorgaron el status de “Asociación Estratégica” a la relación bilateral, sino que, además, Abe y Macri se reunieron todos los años, se abrió el mercado japonés para nuestra carne y frutas, y la radicación de empresas japonesas en Argentina se duplicó.
La presidencia del G20 le permitió a la Argentina aportar una visión aspiracional sobre la globalización centrada en las personas, con una perspectiva desde el Sur que intentó expresar las propuestas y las preocupaciones no solo del país sino de la región. Para lograrlo, se realizaron consultas con los países de América Latina y el Caribe y se invitó a participar a Chile y a Jamaica como presidente del Caricom (Brasil y México forman parte de los 20). También le permitió construir una agenda haciendo foco en tres áreas clave: el futuro del trabajo, la infraestructura para el desarrollo y un futuro alimentario sostenible, e impulsó, por primera vez en la historia del foro, que todos los debates se realicen con una perspectiva de género transversal para lograr avances concretos que redunden en beneficios para las niñas y las mujeres.
El lema para el 2018 “construyendo consenso para un desarrollo equitativo y sostenible” por momentos pareció una utopía, sobre todo a medida que se acercaba la Cumbre de Buenos Aires y los titulares del mundo mostraban una “guerra comercial” entre Estados Unidos y China, la muerte del periodista turco en el consulado de Arabia Saudita, el cuestionamiento del acuerdo de París, la renegociación del NAFTA y el Brasil de Bolsonaro. La estrategia argentina fue jugar al honest broker, un “mediador de buena fe” que acercara las coincidencias y administrara los desacuerdos entre los líderes y el comunicado final que se aprobó ayer es la muestra de que funcionó. La cumbre se desarrolló sin mayores sobresaltos y en paralelo cada uno de los mandatarios obtuvo lo que necesitaba: la cena entre Xi y Trump, la firma del nuevo NAFTA entre México, Canadá y Estados Unidos, la reivindicación del Acuerdo de París que buscaba Macron, el cambio de mando del G20 a Japón con una declaración de consenso, que se suman a las múltiples reuniones bilaterales y acuerdos que se firmaron tras las bambalinas del plenario en Costa Salguero.
Argentina no solo accedió a una vidriera de alta exposición internacional a la que le mostró su mejor versión con su comida, sus vinos, sus paisajes, su arte y la hospitalidad que nos caracteriza en las más de 60 reuniones que se desarrollaron en 11 ciudades a lo largo de todo el año. En el marco de la cumbre, Macri mantuvo 17 encuentros bilaterales en los que se firmaron más de 60 convenios y acuerdos de cooperación sobre diversas temáticas: financiamiento para proyectos de agua potable y saneamiento, mejora de ferrocarriles, obras de energía solar y eólica, gasoductos, infraestructura vial y logística, apertura de mercados y cooperación en materia de educación, cultura, comercio, salud y medio ambiente. Estas acciones permiten crear marcos para desarrollar políticas que mejoren la vida de los argentinos.
Realizar la cumbre del G20 en Buenos Aires fue la frutilla del postre para el cambio en la política exterior que propuso Macri con su inserción inteligente al mundo. En un contexto de incertidumbre y cambios vertiginosos, liderar el juego de los poderosos del mundo no fue tarea fácil pero Argentina demostró que cuando quiere, puede estar en el podio.