Luego de un mes de camuflaje público, en el epicentro de la turbulencia más severa desde que Cambiemos arribó al poder, Marcos Peña, regresó al centro de la escena en la Cámara de Diputados con un nuevo informe de gestión del Gobierno nacional.

Sus discursos desacertados respecto a la situación económica, que junto al fallido anuncio de Macri aludiendo al préstamo extra del FMI originaron la segunda corrida cambiaria del año, llevaron al Presidente a hacer lugar al recurrente pedido de los mercados: alejar a la espada oficial más optimista del poder.

Si bien estuvo muy firme en su defensa, ésta vez no se subió al ring ni abundó en referencias a "la pesada herencia" u otras críticas hacia el kirchnerismo como en oportunidades anteriores.

En el informe que presenta la Jefatura de Gabinete para responder las preguntas enviadas previamente por los legisladores, el jefe de Gabinete reconoció que el país atraviesa una situación "difícil" y mencionó que el mercado prevé un dólar a $50 para fines de 2019.

A su vez, el escrito también justificó la crisis actual en la tormenta. Un conjunto de factores como la sequía, el aumento del precio del petróleo y la suba de tasas de interés de Estados Unidos que dinamitaron una economía vulnerable.

Incluso, en los primeros veinte minutos en los que abrió su informe de gestión, la economía fue uno de los temas que no eligió exponer el jefe de ministros, mientras que hizo eje en la lucha del gobierno contra el narcotráfico y en las políticas en materia de seguridad.

Tras los reclamos de Áxel Kicillof y otros diputados del kirchnerismo que expresaron su resistencia a la iniciativa, Peña descartó la posibilidad de modificar el presupuesto oficial y ratificó el proyecto que necesitará el aval del Congreso en las próximas semanas.

Allí, será clave el rol que jugará el espacio del Frente Renovador y el Peronismo Federal para garantizar -o no- la aprobación de una Ley de Leyes que contiene los lineamientos del FMI para alcanzar el equilibrio fiscal.