Córdoba-Santa Fe: las crisis paralelas de dos provincias mellizas
Juan Schiaretti y Omar Perotti podrían ser dos caras de las misma moneda. Peronistas, moderados, distantes al kirchnerismo y con visiones productivistas, su principal diferencia es cómo llegan ambos a comandar a dos crisis de magnitud con características diferentes en provincias mellizas.
Por una lado, Schiaretti promedia su tercer mandato al frente de una provincia que desde hace 20 años es gobernada por un peronismo sui generis para el tablero nacional. Tiene acomodado el frente interno. Con una administración pública y un gremio docente que cuentan con terminales directas en el oficialismo provincial y no manifiestan mayores conflictos (por ahora). Y eso que en el medio de la cuarentena aprobó una reforma jubilatoria. Aunque en general impactó sobre los haberes más elevados.
La situación para Perotti totalmente diferente. Recién se acomodaba en la Casa Gris después de tres períodos del Socialismo -o el Frente Progresista- y se vio obligado a gobernar ajustado a la nueva normalidad. Sin saber donde estaba la botonera ni poder trazar un acuerdo clave con la administración pública y los docentes, que hasta la semana pasada hicieron renegar al gobernador para cerrar la paritaria.
Este conocimiento de dos décadas de los resortes del Estado posiblemente le permitió a la administración de Schiaretti elaborar un modelo diferente para gestionar la primera parte de la crisis sanitaria. Córdoba tomó estrategias propias de aislamiento, con cordones sanitarios que no hizo Santa Fe, que importó el modelo nacional de los operativos identificar. Un detalles -si se quiere- cuando ahora la cantidad de contagios ya se cuentan por miles en ambas provincias y la cifra de muertos están equiparadas, aunque Córdoba tiene una mejor estructura de camas críticas. Las decisiones por la cuarentena desde lo sanitario y lo económico liman a ambos gobiernos.
La ventaja que supone la experiencia de Schiaretti se convierte en su principal debilidad. El desgate viene por el frente externo a la política, directo desde la opinión pública. El escenario es complicado: la situación sanitaria, las restricciones que van y vienen, los controles en las fronteras que llevaron a que el padre de Solange Musse no pudiera ver a su hija en su lecho de muerte y la trágica cifra de más 160 mil hectáreas de monte quedadas, que obligaron al Gobierno cordobés a declarar la emergencia roja. Todo esto generó una olla a presión para el gobernador que habla solamente con mensajes directos a la prensa, sin dar entrevistas ni conferencias de prensa.
Algunas encuestas hoy marcan que Schiaretti tiene un diferencial de imagen negativa. Todo un dato si se tiene en cuenta que hace una año atrás era el amo de las urnas con el 57.38 por ciento de los votos.
Perotti enfrenta una situación compleja desde otro ángulo. En lo coyuntural, los incendios en los humedales de Entre Ríos que afectan a Rosario son un inconveniente, aunque están lejos de tener el mismo efecto que en Córdoba. El rafaelino llegó al poder por un margen de menos cinco puntos respecto a su inmediato competidor, el ex gobernador Antonio Bonfatti. No tiene que defender ninguna gestión – de hecho, eso puede ser hándicap- pero la cuarentena le recortó los márgenes de tolerancia.
El santafesino debe enfrenar los embates de la oposición y el bloqueo parlamentario al que lo somete el socialismo en la cámara de Senadores que tiene dos ventajas: la pericia de haber sido oficialismo recientemente con un referente fuerte, Miguel Lifschitz, y la ayuda de un sector del peronismo a cargo de Armando Traferri que le dificulta aún más la tarea legislativa al Ejecutivo.
En Rosario, gobierna la oposición. Hasta ahora el trato ha sido de coordinación y cooperación entre la provincia y la administración del intendente Pablo Javkin. De hecho, juntos comunicaron el regreso a fase uno en ese puerto a principios de septiembre con el aumento de casos. Pues pandemia.
Schiaretti no tiene estos problemas domésticos. Controla la Legislatura (el sistema es unicameral) con tranquilidad y tiene 51 de los 70 diputados, muy cerca de los dos tercios. Ni siquiera hay olor a un conato interno, algo con lo que se especula.
Tampoco ningún referente de la oposición pude capitalizar este desgaste. Ni Ramón Mestre, ni Luis Juez, ni Mario Negri logran asumir un liderazgo que enfrente al gobernador. En la ciudad de Córdoba también gobierna el peronismo, el delfín del oficialismo, Martín Llaryora, no se sale del libreto que marca la casa de Gobierno y agradece en cada acto a la Schiaretti.
En materia se seguridad, Santa Fe tiene un problema complejo con el narcotráfico, que se agravó durante la pandemia. Córdoba también los tiene, pero no al nivel santafesino. El principal conflicto se desató en los últimos días en el asesinato del joven Blas Correas a manos de la policía.
Pero quizás una diferencia sustancial es el alineamiento de Santa Fe con el Gobierno nacional. Una situación que en Córdoba sería imperdonable. El cordobesismo está más arraigado que el incipiente santafesinimo, que se intentó alguna vez. Esta semana Alberto Fernández, fue a Santa Fe y se reunió con Perotti para anunciar la ampliación del plan de detectar.
Se esperaba que el presidente arribara a Córdoba el jueves pasada la fábrica militar de aviones. Pero Fernández canceló por tercera vez su visita a Córdoba. Una foto Alberto-Schiaretti no sería redituable para ninguno e los dos en estos momentos. El análisis excede esta nota. Basta y sobra por ahora con un gesto: Alberto llamó a Schiaretti por los incendios.
Schiaretti fue el único gobernador peronista que no firmó la solicitada apoyando la decisión presidencial de reducir la coparticipación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires semanas atrás. Esta provincia siempre quiso una nueva distribución primeria de los recursos, fue el argumento.
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En la vereda de enfrente Perotti tuvo que comerse el drama de Vicentín casi sin chistar. Buscó una alternativa para salvar la expropiación. Una solución intermedia para quedar bien con Dios y con el diablo -vale recordar que Perotti viene de un lugar productivo- y finalmente la intervención quedó en la nada. El sainete desgastó su figura.
Perotti y Schiaretti promedian la cuarentena con varios frentes abiertos. La agenda común –el acuerdo por el acueducto Paraná-Córdoba, la principal- está parada. Y la sinergia que podrían haber logrado para potenciar la Región Centro -junto con Entre Ríos- y operar como un bloque común está congelada en función de atender la crisis de cada gobierno.