A puro vértigo, después de una transición interminable, arrancó el tercer kirchnerismo. Alberto Fernández le imprimió a su primera semana de gobierno un ritmo acelerado de decisiones sólo concebible en un país que -lo reconozca o no- está parado al borde del precipicio.

El nuevo presidente lanzó una batería de paliativos para los damnificados en masa de la administración Macri y, a poco de andar, confirmó que el “contrato social fraternal” del “todos ganan” que enunció en el SMATA tiene más que ver con los deseos que con la realidad.

Sin vocación de enfrentarse con el agronegocio ni margen para ir a un conflicto intenso y prematuro con el ruralismo que se para al costado de las rutas, Fernández demostró de entrada que no habrá magia. En una economía sobreendeudada, sedienta de dólares y a la orilla del default, el campo es el único sector con capacidad de aportar. Si el Presidente no logró transferir el costo político del aumento de las retenciones a su antecesor o si advirtió en el poder una situación todavía más grave de lo que esperaba, es materia de especulación.

Foto NA.
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Inevitable y anunciada hasta el hartazgo, la medida había sido eludida con la liquidación récord de los sojeros en los últimos meses pero provocó un primer cimbronazo que podría haber sido atenuado con una puesta en escena, que recién ahora se anuncia, en una mesa en la que habrá poco para consensuar. Es probable que Fernández no disponga ni siquiera del tiempo para conciliar los modos con la urgencia. Pero se juega mucho en ese lazo que lo ata a un actor vital para sus aspiraciones, al que debe subordinar a una estrategia mayor sin empujar a la batalla.

Con el bono para jubilados y beneficiarios de la AUH, el congelamiento provisorio de tarifas, la moratoria para pymes y el gesto “patriótico” de grandes laboratorios que bajaron un 8% los medicamentos después de haberlos subido 457% en cuatro años, el gobierno apuesta a devolverle algo de oxígeno a los más afectados por el ajuste infinito de Cambiemos y a recuperar así el consumo en los sectores bajos.

Con la doble indemnización, pone fin al festival del despido barato que se desató en los meses de la transición. Sin embargo, el déjà vu del que habla la misma meritocracia que se reveló estéril para gobernar no toma en cuenta la obsesión de Martín Guzmán con un programa macroeconómico “sustentable” que no caiga en la emisión ni se aleje del superávit. A juzgar por sus primeras reacciones, los dueños del riesgo país sí lo tienen presente.

En su segunda aparición, el discípulo de Joseph Stiglitz aludió a una “profundísima crisis económica y social” con un “país rehén de los mercados”, y aseguró que su objetivo es “frenar la caída lo más rápido posible”. Para que los números cierren en una ecuación distinta a la del macrismo, que se ensañó con parte de sus votantes, el nuevo ministro no sólo aumenta las retenciones, tal como le recomendaba el Fondo al malogrado columnista Nicolás Dujovne. Además, va camino a cumplir con uno de los grandes mandamientos de la ortodoxia: una reforma previsional que ajuste sobre un sistema quebrado entre el océano de caídos del mapa de una economía en crisis recurrente y una alta tasa de informalidad laboral.

El aumento en dos cuotas de 5.000 pesos para la mínima jubilatoria desanda el camino de la reparación histórica -considerada un desvío populista- de un macrismo que se soñó perdurable y se regresa a un clásico de los años nestoristas, a la salida del estallido. Para el Defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, se vuelve en círculos a un esquema en el que los aumentos van únicamente a los que menos ganan, se achata la pirámide de ingresos y se activa otra vez la rueda de los juicios por parte de jubilados que corren una batalla desigual contra el tiempo. El Caso Badaro, que según Semino la Corte dejó extinguir, renacerá en el corto plazo con el nombre de otro abuelo que se convierta en demandante.

Caso extraño de apoyo generacional al macrismo, los jubilados resignaron a la fuerza 25 puntos de poder adquisitivo en los últimos dos años, cerrarán 2019 por debajo de la inflación y no podrán recuperar lo perdido tampoco con el peronismo. Fernández puede festejar que Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna muestran sus acuerdos parciales con el rumbo del gobierno, pero sabe que está lejos de resolver un problema estructural, que no es patrimonio exclusivo de la Argentina. Su gran coartada es la emergencia.

Aunque desquicie a la clase media con capacidad de ahorro en dólares y se deslice por un sendero sin garantía para el dólar y la inflación, Guzmán incorpora al diccionario del cristinismo una variable que estaba ausente y apunta a cerrar el déficit con baja emisión. Es un ítem vital para la gran partida de ajedrez que está a punto de empezar y tiene impacto directo en el humor de los bonistas. Con el argumento de la “responsabilidad”, el funcionario clave de Fernández apunta a seducir a Kristalina Georgieva, lograr el apoyo del Fondo y contar al menos con la neutralidad de Donald Trump, otro pesado que hizo una apuesta política fuerte por Macri y enmudeció después de las PASO como parte de una tímida autocrítica.

Guzmán avanza para incorporar un nuevo término a la saga que inició Hernán Lacunza y habla de lograr un “reperfilamiento elaborado”, una solución que despeje en serio el horizonte de vencimientos para que la economía vuelva a crecer antes de las elecciones legislativas de 2021.

Ambicioso, meticuloso y acostumbrado a interactuar con bancos y fondos de inversión, el profesor de la Universidad de Columbia no sólo busca una reestructuración audaz e inédita de la deuda. Además, pretende convencer al organismo de crédito de que le conviene ayudar a Fernández para reparar el fracaso estrepitoso del programa que firmó con Macri.

El funcionario clave de Fernández apunta a seducir a Kristalina Georgieva, lograr el apoyo del Fondo y contar al menos con la neutralidad de Donald Trump

Después de haber ganado una carrera en la que arrancó desde muy atrás, el ministro está convencido de que el Fondo quiere tener más injerencia en Argentina y le ofrece a cambio un nuevo papel, de menos ajuste y más desarrollo, más parecido al que imaginó John Maynard Keynes en su fundación que al que cumplió el organismo en sus años 74 años de historia.

Misión a todas luces imposible, circula en los despachos del nuevo peronismo, un movimiento que tiene la misma edad que el Fondo y también se declara en mutación. Si van a cambiar juntos o separados, lo vamos a ver en los próximos meses.