Lo único que parece no haber frenado el coronavirus es el calendario de reestructuración de la deuda argentina. Aún con los mercados en crisis y las economías cayéndose a pedazos, Alberto Fernández sostuvo que no se postergará la presentación a los acreedores y endurece su postura.

En la Casa Rosada, ya no ven tan mal el default. Los mismos que antes planteaban el acuerdo con los bonistas como requisito fundamental para su gestión, ahora se adecúan forzosamente a la idea de una cesación de pagos.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, también se mueve como un halcón, después de haber mostrado una cara inicial más conciliadora. “No aceptaremos nada que no sea sostenible”, dijo el jueves a la agencia Reuters, al tiempo que afirmó que no va a “patear” las conversaciones para más adelante.

Los mismos que antes planteaban el acuerdo con los bonistas como requisito fundamental para su gestión, ahora se adecúan forzosamente a la idea de una cesación de pagos.

Si bien es cierto que el tembladeral por el Covid-19 y la guerra por el precio del petróleo demoraron por cuestiones operativas un poco el proceso, la definición sobre la suerte de la deuda se estiraría sólo hasta abril/mayo.

El monto a renegociar con los acreedores privados suma casi US$ 70.000 millones. Y para que la oferta avance tiene que lograr una aceptación del 75%, esto es, de US$ 52.000 millones. El peligro es que desde el “lunes negro”, los bonos argentinos se desplomaron y entraron en “zona buitre”. ¿Qué quiere decir? Están al acecho fondos que podrían adquirirlos sólo para litigar y esperar sentados por su ganancia.

En los pasillos de Balcarce 50, apuntan a Mauricio Macri por el “lastre” del endeudamiento y se adaptan al cambio de expectativas. “Hay un plan con acuerdo, y hay un plan sin acuerdo”, asegura un colaborador cercano a Fernández.

“Hay un plan con acuerdo, y hay un plan sin acuerdo”, asegura un colaborador cercano a Fernández.

El programa económico que dice esconder el Presidente mientras juega al póker tendría dos versiones. La más inquietante es la que contempla el escenario del default porque implica una cerrazón mayor. En ese contexto, se descarta la llegada de inversiones, se profundiza la escasez de dólares, no hay financiamiento y la única herramienta es la emisión monetaria.

Para peor, el valor de los commodities cae en la tormenta internacional. ¿Se puede exprimir más al campo? El Gobierno enfrentó esta semana el primer paro de su gestión, dispuesto por la Mesa de Enlace. En diciembre, Alberto subió a 30% las retenciones a la soja, pero se hizo votar por ley un margen de aumento hasta el 33%, que finalmente concretó hace diez días.

“Debería haber subido todo de una, pero quiso hacer un gesto”, explica un funcionario. Lo cierto es que no parece haber espacio para seguir incrementando derechos de exportación no porque sea injusto –es una larga discusión- sino porque eso desalentaría la siembra y terminaría afectando las arcas del Estado.

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El Gobierno había marcado a marzo como un mes definitorio. La intención era imprimir un sello propio con un combo fuerte: negociación de la deuda, legalización del aborto y reforma de la Justicia. Si algo dejó en claro la experiencia de Cambiemos es que lo que no se hace al principio, no se hace más.

La preocupación por el coronavirus quitó de la agenda ambos proyectos de ley. Con un Congreso también semi paralizado por razones sanitarias y la opinión pública con la mirada en la pandemia, no hay incentivo político para avanzar con los temas.

Alberto iba a enviar el proyecto para legalizar el aborto el viernes, pero decidió posponerlo. Se verá cómo evoluciona la situación en los próximos días. Desde el martes, el Presidente se dedicó casi exclusivamente a tomar medidas y prepararse para evitar un colapso en el sistema de salud.

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Con un perfil bajísimo, Cristina mira casi como espectadora el empantanamiento de las negociaciones por la deuda. Justamente ese tema lo había dejado prácticamente en manos de Alberto, una de las pocas instancias en las que no tuvo una intervención central.

La vice, y sobre todo el sector que representa dentro de la coalición gobernante, siempre sostuvo críticas duras contra el Fondo Monetario Internacional y los bonistas. Es una mala noticia para Alberto la posibilidad de un default, no sólo por las implicancias en la economía real, sino también porque crecerá la influencia de las voces más radicalizadas.